6 dic 2006

Veo mi interior igual que un difícil laberinto
en el que se oponen indistintamente los caminos.
Sé, por cada vez que pienso y siento,
que lo más fácil es andar desde uno mismo.
Procurando no estudiar pregunta alguna,
me entremezclo con la luz y los sonidos
que en días como éste se agitan suavemente en torno mío.

Entiendo que la vida es un solo pasillo
de todos los que cruza el laberinto.
Un pasillo que conduce a la salida,
al mundo que aseveran los sentidos.

Sin embargo, evito este sendero con ahínco,
pues más allá del laberinto sé que habita
una bestia perfecta, un hombre vacío,
capaz de persuadirme de que jamás habré vivido.