24 oct 2018

Comienzo de lo terrible




El dolor nos vuelve feos,
invisiblemente feos.

Aun así, hay una belleza de la angustia,
un viejo placer en lo deforme,
una comprensión del horror que nos hace
tan bestiales como humanos.

¿Qué era la belleza?

Cambiante como el día, paseaba
entre nosotros, que la dejábamos sufrir
para que sintiera a qué debía darse.

Si fue fría la perfección de la belleza,
no menos lo será la sabiduría de la sangre,
poso amargo de viejas cicatrices,
rescoldo de la luz, ceniza que surcaba
los rostros donde se mezclaron por un tiempo
belleza y sufrimiento, perfección y sabiduría.


Acrílico sobre papel a2

Inercias



El ruido como compañía y amenaza.
La ciudad como espejo
de algo que tememos e ignoramos
sabiamente. El ansia. Siempre el ansia.
Siempre la soledad que no debe conmoverse.

Sigo paseando por las ruinas de mi mundo.
Cuando haya visto suficiente,
cerraré los ojos para escuchar bien el ruido,
el ruido de tus ojos breves,
ruido de la soledad que se sabe
demasiado bien a sí misma.

Mil veces me he engañado, durante mil años
afirmé no estar solo. No sé si era a Dios
a quien sentía en mi ruido de inocencias.

No sé si era yo mismo
quien se hacía compañía.

Creo que yo mismo era ruido.

Ruido de algo que no puede decirse
más que para decirse mil veces a sí mismo.



Acrílico sobre papel a2

16 oct 2018

Caer porque sí



Una ventana a una realidad
donde lo verdaderamente importante
-el blanco techo que nos da asilo,
tantos matrimonios, el dinero-
careciera por completo de importancia.

Pasaríamos ahí las horas, observando
el fugaz absurdo que nos enseñaron,
para entender, después de muchos años,
que la única importancia llegaría
de cualquier mirada que ofreciera,
aun sin poseerlo,
ese otro mundo que tememos.

Después, un día cualquiera,
lanzarnos a través de una ventana como esa.

Algo así será vivir la poesía.



Imagen: sin título, acrílico sobre papel a1

3 oct 2018

El fuego y su memoria




Algo hice mal.

Mi obsesión por la sinceridad
se volvió inquietante.

Dividí la realidad
en dos partes:
yo y todo lo demás.

Grité como gritan los más altos.

Fue lo suficientemente horrible,
como para necesitar ser solo uno más.

La verdad se basta a sí misma.
Nada brilla como la verdad.
Decir la verdad es arder y quemar.

Leí a diario cosas como estas,
y aunque ninguna metáfora
haya sido suficiente,
ahora creo que la verdad es un espejo mudo,
ante el cual, hasta un tonto
debería ser escuchado seriamente.



Imagen: sin título, acrílico sobre papel din a2

2 oct 2018

Acostumbrarse a todo



Le quité hierro. Moriremos, sí.
¿A qué tanto dramatismo?
Siempre vence su figura, lo sabemos.
Es solo cuestión de tiempo,
insondable cuestión de tiempo.
Lo sagrado de la vida se presenta solo
cuando el tallo es arrancado
por la mano retorcida de otro ser viviente.
Entonces se habla de inocencia,
de sueños truncados, 
de sentimientos borrados
por un capricho soberbio. Y es cierto.
¿Pero cuántas veces nuestras vidas fueron
vulneradas contra nuestra inocencia?
Nuestros sueños, ¿no fueron pisoteados
diariamente por figuras superiores,
diariamente truncados por un orden
ancestral de reacciones siniestras?
¿Y qué decir de nuestros sentimientos?
¿Quién hizo verdadero caso a tanto miedo,
a toda aquella soledad o a lo posible
de un afecto que siempre terminaría cayendo?

Moriremos, sí. 
Pero acaso para entonces
ya estaremos muertos.


Imagen: "Caminante", acrílico sobre papel a2