30 dic 2009

Dudosa temporada

Es temporada de vientos, de preguntas.
Un paisaje evidente nos anuncia
el color invisible de la duda.
Es temporada de fieras longitudes,
la distancia y sus espejos se asemejan
al limbo inevitable de los muertos.
He sido el animal amenazado
por el fuego pretendido en la espesura…
¿Y a quién le importa que me aferre
al hueso destinado a ser escoria?
He sido, inútilmente, la pregunta
que fuerza el corazón a conmoverse
en todos los inviernos indistintos.

Reconoceremos algún día como este
que la vida nos debe desde siempre
la hermosura arrebatada a los cuerpos dormidos,
la verdad favorita del deseo, la ocasión, el reto.

La última respuesta al dilema fingido
de ser también conscientes o felices
tras el dudoso sueño de no haber sido nunca.

29 dic 2009

Vacíos

Los que no son, ausentes de vanidad,
los soñadores fatigados
comprometidos con la muerte,
los que no son más que en su silencio;
ellos, definitivamente ciegos,
adivinan lo que no pudo ser dado.

Y aunque pretendamos siempre toda luz,
y aunque dobleguemos al niño
y a la bestia incomprendida en el dolor,
para los sutilmente desapercibidos,
para ellos solo somos mejores
que lo que rebosa en exceso hasta perderse.

Ellos no encuentran ya diferencia alguna
entre su voluntaria penumbra
y nuestro cotidiano esfuerzo
por mostrarnos más allá de cualquier dolor.

Y trataré de no olvidar nunca, amor,
que la muerte todo lo iguala
en aras del humilde sueño de vencernos.

rumores sobre un hipotético lector

Dicen que te vieron fumando
como un poeta preocupado por la vida,
que te jactaste de tu edad efímera
como un niño ya viejo.
Que tenías la seguridad
de que el poema acaso te esperaba
en la luna más quieta y más cercana,
que cuando finalmente lo escribiste
retrocedieron los silencios de la luz
y de tus actos.
Y que ahora añoras cualquier otra manera
de llorar por tu amor a los culpables;
que tal vez por eso, porque te sabías,
pretendías regresar al difícil punto
en que el poder era, qué vergüenza,
otra deuda moral por la que renunciar
al juego idólatra y oscuro del progreso.

28 dic 2009

Noche cerrada

Sabes que no terminé de conocerme.

La razón se difumina fácilmente
antes de justificarte para mí
o para cualquier otro espejo ciego
que pueda sorprenderte casi desnuda.

Nunca pude entender mi propia forma
de contener la nada en la memoria,
ni los gestos feroces que me llenan
cuando el animal incansable se despierta
para reclamar su parte de sentido
en esa tregua cotidiana que es la duda.

Pero a veces soy, y solo finjo la condena
de ser extrañamente incomprendido.

Lo más probable es que ninguno
equivoque este vacío cuando intenta
suponer la noche cerrada de los otros.

Porque en esa sombra que persiste
adivino, a fuerza de intentarte en mí,
la posibilidad misma de lo que serías.

27 dic 2009

Intuición y rabia




Y supongo que ya está todo dicho. Solo debo añadir que nos volveremos hacia el sol un día de estos, y entonces nada será lo mismo. La esperanza es una fiebre que devasta el corazón secretamente. Por eso, porque aún habrá quien nos encuentre demasiado convencidos por su luz, nos volveremos un día contra todas las cosas venideras que se ofrezcan a mostrarnos tal y como siempre.

Y el sol será nuestra razón y nuestro más íntimo frío cuando, al añorar las fatigosas noches de la desesperación, nos sintamos parte de un mundo que ya no nos corresponde.




Es más fácil hacer daño desde el dolor que llorar o crear hasta aceptarlo.





Bien podría ser la vida esa imagen que desconocemos y que los demás ven reflejada en nuestros ojos.




Ciertas ironías solo son tales cuando alguien reacciona de forma más o menos consecuente ante ellas. De lo contrario, no terminan de definirse más que como otro giro incompleto de un discurso, el nuestro, que parece no pertenecernos del todo.



Tengo la impresión de que todo el mundo piensa que los errores que cometo con ellos son algo puntual, cuando, en realidad, se podría decir que ciertos malentendidos son casi inherentes a mi personalidad. Supongo que a este tipo de cosas se refería Nietszche cuando decía que muchos de nuestros problemas tienen su origen en la preocupación constante de vivir nada más que el presente.


25 dic 2009

Regresar

Hay quien sabe que el viajero
a menudo solicita
la mundana compañía
de los simples lugareños.

Y en el intervalo obsceno
de una verdad forzosa,
ambos reconocen
el auténtico delirio
acallado por la duda

Permanece el viajero
en la patria de los ciegos,
también él torpe y ciego
al regresar del silencio
que protege a los extraños.

El desastre es la palabra
que ya nadie reconoce
y una mano que recuerda
el lenguaje de lo inútil.

24 dic 2009

Mientras

No podemos suponer mientras amemos
el insólito final de lo posible:
¿pues no sería algo extraño que acabara
por deshacerse la obra de los astros?
¿No sería inconcebible que la luna
naufragara también al desnudarnos,
en el caos invisible de lo cierto?

El mundo es casi nuestro espejo.
Y juntos fuimos tan hermosos…

Y aunque es fácil suponer que más allá
habrá otros mundos y otras lunas
más perfectas que la sombra del profeta,
te aseguro que gracias a nosotros,
gracias a todos los que urden infinitos,
nuestro mundo recomienza cada día,
cuando, después de cada amanecer,
nos olvidamos de nosotros mismos
sin juzgar lo que somos mientras tanto.

23 dic 2009

oculta

Ya no merecerá la pena
que al sufrir nos mintamos tanto.

No estarás rompiendo con la noche,
como yo contigo ante la fuente,
ni en el vino que atempera la fortuna…

No serás la querencia pensativa de los días.

Precipitado en ti como en la nada,
huyo sin invadir contigo
las mismas estaciones imposibles
que pasan cuando sabes que vacilo.

Pues de no poder ser otra, nada seas…
Y nada cambies,
tan dudosa y clara te prefiero,
como el cuerpo adolescente que tropieza
en orillas fortuitas de la vida.

Alójame en tu luna de diciembre:
la única mentira verdadera
será el llanto de los niños que ya fuimos.

21 dic 2009

Impresión

La mirada fija
en algún punto extraño,
perpetuo del horizonte,
que no está cerca, ni lejos…
pero que tú
quieres suponer aun
más allá de ti mismo.

20 dic 2009

Verdad y literatura




No es el poema lo que perdura. La pasión, la necesidad misma de que un argumento pueda salvarnos más allá del argumento en sí, es lo que al final viene a resarcirnos en todo lo leído.

Pues lo escrito solo es evidente hasta que la realidad naufraga otra vez en sí misma.




Creo que si reconociera el verdadero problema estaría en verdad perdido, ya que lo más probable es que este no tenga otra solución que la de ignorarlo perpetuamente para vivir la ilusión de estar en paz conmigo mismo.




El único tabú que debo vencer como escritor, es el de poder hablar de lo que realmente me sucede. Lo demás es solo nostalgia e incertidumbre.












19 dic 2009

Actores secundarios

Y quizá debería desnudarme
ahora que los más perspicaces
—este instante ya rompe en el enigma—,
me observan felizmente
con la sutil indiferencia cómplice
de los que nada saben de sí mismos.
Ahora debería arrojar a la calle
este traje tan convencional
de discretas tensiones y miserias.

Y entonces,
estrenar contra la noche nueva
otra conversación esencial
que lacere lentamente mi vergüenza.

¿O acaso debería arrodillarme
ante una luna misericordiosa y triste?

Si me desnudo, estaré solo.
Si me arrodillo…

Supongo que en la vida es preferible
seguir sin más como hasta ahora:
vestido solo con los grises andrajos
que este mundo humano, demasiado humano,
suele procurar a los actores secundarios.

18 dic 2009

límites

Como amante conozco mis límites.
Me doblegan los desfiles de cometas.
Al anochecer hablo con los días
que formaron nuestras dos soledades juntas,
aunque no sabría explicar
el sentido preciso
que una sola despedida
contiene para el mundo.
Conozco el viento de diciembre,
lo conozco.
Y creo que aún soy incapaz
de adivinar una luciérnaga.
A veces pienso con tristeza en mi madre,
pienso solo en la imagen que llena su silencio,
aquella que ocultamos del aire cada día.
Pero tú no serás ella,
aunque a veces repitieras algo
sobre un lento porvenir en abandono.
Como amante conozco la vergüenza
que llena de preguntas la imaginación del cuerpo.
Casi como si la vida fuera
un desfile de cometas,
jugamos a encontrarnos volando a la deriva.

Y lentamente abandonamos:
ahora tengo miedo de la luz sombría
que irradian ciertos pensamientos.

Supongo que yo mismo soy el límite
que no debo traspasar hacia tu ausencia.

17 dic 2009

frío

En tu voz, toda la nieve de la infancia que no viví en tierras del invierno.

15 dic 2009

Los hechos

"yo no tenía pensamientos que no fuesen hechos..."
Antidio Cabal


Entonces no me daba cuenta:
vivíamos la poesía con la pérdida,
con la nada indistinta de las cosas
que a ratos se sustentan del silencio.
También estábamos presentes
tras las desnudas formas
que se confunden siempre con el cuerpo.
¿Qué éramos? ¿Dónde el reflejo
que nos hiciera ver la sombra
que equidista del verbo o del abismo?
Perpetrábamos el poema
bajo la luz ingrávida del fuego.
Una verdad por otra. Y el amor
prestándose al secreto juego
que amenaza la noche pasajera.

Entonces no me daba cuenta:
vivíamos la poesía
de espaldas al olvido.
De espaldas a las cosas
que transcurren por la ignorada
muerte sensible de lo inerte.

Vivíamos la lluvia inevitable,
el rojo mineral de la premura,
el arte consabido de los vientos.

Pero nuestro pacto no era más que eso.
Y el silencio fue echándonos de menos.

Ahora somos sol o sangre,
lámpara cenital y blanco espejo:
canción burlada por lo eterno,
que no pudo ser una con los hechos.

Aproximación

Acercarme a la poesía
para entender que el universo
ha sido ya medido
por la mirada introspectiva
de otro pensador ciego.

Y para amaestrar palomas.

13 dic 2009

Apunte sobre lo poético

No sabría decir si en mi vida hay algo de eso que llaman verdadera poesía. Sí sé que siento nostalgia de una existencia más hermosa que esta que a diario trato de atrapar en versos tal vez demasiado leves. En cualquier caso, si logro observar la realidad desde la perspectiva subjetiva de la belleza, dicha percepción no deja en mí impresión alguna a la que poder remitirme para analizar sus causas o sus límites.

Es de suponer que la realidad corriente y sus alteraciones poéticas, son, dicho del modo más común posible, agua y aceite. Categoría absolutas que, de aparecer alguna de ellas con cierta viveza ante mí, mantienen en mi conciencia la sutil impresión de haber permanecido latentes en ese mismo lugar desde siempre.

En verdad es simple: donde una falta la otra resplandece. Lo más probable es que la realidad corriente adolezca de la poesía, pero solo en la misma medida en que yo adolezco el excelso olvido de estas calles manchadas por la tediosa rutina; de ciertos enemigos vulgares. Incluso de la poesía misma que no logro evocar para salvarme.

Inflexión

No debo decir más.
Corresponden esas últimas palabras
a quienes guardan desnuda bajo el pecho
la trémula respuesta del suicida.
Yo soy solo emisario del silencio.
Nada sé del fuego. Nada entiendo del futuro.
Encuentro que la verdad es esa sombra
clausurada ante el dolor que preferimos.
No debería decir más. Porque nada sé del mundo,
nada puedo comprender desde el poema.
Nada que no sea fácil condición de inexistencia.

Y la palabra contiene la sentencia de los sueños
cumplidos solo desistiendo de mí mismo.

(…Quizá aún te lleve conmigo,
mi azul miseria ciega,
vencedora triste que alimentas estos días
con tus delicados ciclos de hojarasca.)

Porque sueño, forzosamente,
con erráticos inviernos de pobreza,
soy voz contraria que nunca supo nada
acerca de ningún camino de regreso.

9 dic 2009

Poética

Para escribir no hay razones.
Ceder al impulso fácil
de crear un horizonte
repleto de importancia.
No hay razones para armarse
cuando aparece el verbo
con expresión de abismo,
de concordia, de respuesta
que no garantiza el camino
más corto hacia la nada.

Y sin embargo, yo escribo
solo para contemplarme
cuando mis días se tensan
con la fuerza del delirio.

Quiero saber si soy
el mismo que envejeció
de tanto preguntarse
la edad de un silencio escrito.

7 dic 2009

De ventanas a la soledad

Vuelvo a publicar, esta vez creo que mejor escrito, un poema que escribí el 14 de julio de este año que se nos va. Espero que alguien lo encuentre de su agrado.



Abro una ventana. Aún huele el mundo a soledad.
Me permito el deseo de ser justo en el dolor,
pese a la misma posibilidad de no sufrir por nada.
La ciudad que veo desde aquí
es hermosa y gris, casi como la tristeza
filtrándose bajo la colorida vanidad
que nos ponemos a diario. Escucho.
El silencio del paisaje no está en paz.
La noche emite una tensa vibración,
sutil hasta que el ojo descifre la penumbra
que invade la razón como un presagio.

Esta soledad consiste en mentirle al niño,
resentido siempre tras el llanto,
que creo llevar dentro todavía,
cuando me doblega la impotencia
de saberme perdido en lo distinto.

Abro una ventana, me asomo al frío espejo
que es la propia realidad desnuda.
En mi interior, acaso ardiendo tras el febril paisaje,
está también la incomprensible soledad
que nadie ha sabido dominar sin transformarme.

4 dic 2009

Voz interior

Quisiera poder callarme por dentro.

Ser solo silencio en la luz,
que pasara en el mundo
como símbolo incomprensible.

Hallar la distancia del mar, hoy lejana
incertidumbre voraz de tristeza y salitre.

Guardo tanto ruido por dentro,
tanto ruido hecho vértigo,
tanta sorda canción sin remedio…

Siempre la voz del dolor, siempre
la dejadez marchita que busca el poema.

Traigo conmigo el rumor de las cosas
que nunca diría si creyera en la vida.

Solo el amor es silencio indecible.
Solo el silencio me lleva a sí mismo.

3 dic 2009

Visión de la encrucijada

Conócete, sálvate en lo distinto,
trasciende el delirio imprevisible de ser nadie.
De transcurrir ignorándote,
dependerás siempre del sol amortajado
que ya huye por entre las cornisas del silencio.

Tus límites se habrán difuminado
si cambiando cada día sobrevuelas
los montes incompletos del destino.

No pierdas el tiempo:
has sido muchos. Y serás nadie.

Mas sostén la mirada en el espejo un instante,
como el que en su esperanza por siempre desafía
las sombras más furiosas de su origen.

Contén en el mismo segundo
la intuición certera de aquello que te puebla,
el silencio asombroso que luchando te abandona.

Esto eres. Ya lo sabes. En tus ojos arde aún
la visión infinita de una hermosa encrucijada.

sobre el yo



Ciertas corrientes artísticas de corte trascendentalista defienden, aun hoy día, la pureza espiritual en la idea de un yo verdadero. Este tipo de planteamientos deberían sernos familiares, por afirmar que ciertos aspectos de nuestra identidad están dotados de una sustancia que afirmamos verdadera en oposición a otros aspectos del yo, que, sencillamente, no parecen correspondernos.

Plantear esto quizá no sea solo una cuestión espiritual, casi se diría que es una argumentación de índole estética. Pero lo interesante del caso estribaría en un planteamiento casi opuesto: en la cómoda posibilidad de que no haya faceta alguna más real que ninguna otra que acaso debiéramos superar. Así, podríamos suponer como cierta la creencia que pretende constatar que siempre somos nosotros mismos, sin mayor posibilidad de error, ni otra tentación similar de pérdida.

El único problema es que el citado argumento quizá sea demasiado hermoso para ser cierto. Para afirmar que la totalidad del yo nos pertenece de algún modo como tal, tendríamos, simplemente, que creérnoslo en la misma medida en que a veces podemos considerar más cierta una determinada expresión del yo que cualquier otra que, por poner un ejemplo, nos parezca menos hermosa por el motivo que sea.

La cuestión es que para creer firmemente en algo, nuestra psique exige que haya alguna premisa opuesta a definir como falsa, en contra de la cual apoyaríamos nuestro concepto de verdad. Este tipo de conflicto filosófico está a la orden del día, y creo que a nadie le será del todo desconocido tal planteamiento dialéctico.

De ese modo, el considerar que todo cuanto somos es, tanto en nosotros mismos como en nuestros semejantes, igualmente verdadero, podría llevarnos, paradójicamente, a la creencia inversa, la cual consistiría, después de darnos cuenta de que no hay argumento contrario frente al que definir esa identidad absoluta, en la negación total del ser, con la única intención de mantener en pie tal categoría absoluta del yo.

Si todo lo que somos es igualmente verdadero, también podremos afirmar que nunca estuvimos presentes en la suma total de nuestros actos, ya que en caso de ser cierta la primera afirmación, el yo sería una unidad tan evidente en nuestras vidas, que pasaría completamente desapercibida toda expresión genuina de la misma. Algo así podría parecer cierto mientras obviáramos el hecho de que no todo en el cosmos de lo humano parece ser igualmente válido.

Al menos, no en la medida en que ciertas actitudes pueden ser superadas por nuestra propia capacidad evolutiva.

Añadir, para terminar, que el yo verdadero es solo una concepción interior y, por tanto, es propia de aquellos que de algún modo pretenden perfeccionarse en la dirección que consideran más cierta frente a un mundo, el nuestro, cada vez más hueco y más confuso en sus apreciaciones cotidianas sobre lo que somos.











2 dic 2009

Para una tarde de lluvia

Aún puede suceder lo peor.
Me dedico a discutir conmigo mismo
el alcance impredecible de cualquier casualidad.
Y es inútil. Si alguna vez pude entrever
la difícil promesa que a solas empezaba,
fue solo en la misma medida en que anhelé
ser también yo de mi supuesta estatura.
Aun así, aunque el destino se correspondiera
con la visión interior de mi propia esperanza,
siempre, en algún lugar próximo a la nada,
podría estar esperándome ella, la desgracia.
Porque no sé si el futuro importa demasiado,
pero acaso la solemne intuición de la fatalidad
sea otra forma de pesar estas palabras
que tiendo a rebuscar de forma necesaria.

Y la única tragedia verdadera
estará sucediendo todavía
muy al sur de mi propia inconsciencia.
Esta tarde, lo demás es solo lluvia y aire.
O tal vez nada.

No querer

Si aún deseas algo más de la persona amada,
comprende que quizá aún no quiera entregártelo.

Lo que no queremos ha de estar por encima
de lo que tanto anhelamos inconscientemente.
Al menos, así debería ser. De lo contrario,
el fin justificaría siempre la violencia del medio.

Si consumar el deseo verdadero
de algún modo consiste en presentir el placer,
realizar lo que no queremos
también supondría el padecer de nuevo
otra vieja forma de sufrimiento distinto.

¿Y qué es más importante?
¿Obtener tal placer o evitar el dolor?
¿Y evitar el dolor no puede ser también
otro aprendizaje perpetuo del placer?

Puede ser.

No querer sería entonces
otra forma más certera
de anhelar la placentera ausencia del deseo.

1 dic 2009

Idealización de la costumbre

Antes de preguntaros si tan bella es la rosa,
preguntaos qué es la rosa en sí misma.
Si bien su esencia última ha de seros esquiva,
sabréis que la rosa en sí no es más que el objeto
que vibra encarnado en su propia belleza.
Entonces, hacedla arder en su simple misterio,
negadle la hermosura que dierais por cierta
desde el día en que amar flores o formas.

La rosa en sí:
¿no ha de ser más real que la idea
hoy descrita en el mundo
por tantos siglos de juicios inútiles?

Ha de ser, incluso, más real que nosotros,
que urdimos vanas construcciones mentales,
contempladores cansados
de tanto añorar esa imagen
que nuestra propia costumbre ya vela del todo.

Tres aforismos para la madrugada

Solo el ingenuo y el descreído se niegan a reconocer la verdad.


A veces me da por leer para intentar recobrar algo, no sé muy bien el qué, que hace tiempo siento perdido entre los pliegues de una felicidad que bien podría ser fingida.


¿Si no me lamento furiosamente por la dignidad perdida, cómo voy a poder defender el otro poco de dignidad que aún me queda?

30 nov 2009

Beneficios de la poesía

No voy a negar que la actitud poética
es casi igual de necesaria
que la misma poesía del poeta.
Respirar el aire contaminado
tras la sombra opresiva del fracaso,
desenmarañar tanta palabra omitida,
transitar mañanas fantasmales
con ansiada posibilidad de pérdida.

Pero, sobre todo, no claudicar nunca
ante la atractiva incertidumbre,
esa vanidad artificial
del actor que representa sus virtudes
algo mejor de lo que fueran.

Solo la humilde certeza del poema
debería dejar su fuerza abierta
sobre la desnuda frente de la inconsciencia.
Y eso habría de bastar a quien comprenda.

Cualquier lector puede ser también el héroe.
Cualquier poeta, el aprendiz anónimo
que haga de su vida una proeza,
oculta la mirada fija en el poema.

28 nov 2009

El extraño

(Vuelvo a publicar algo de hace, tal vez, demasiado tiempo. Espero puedan perdonar los defectos que puedan haber todavía en el conjunto del texto, pues para mí aún pasan desapercibidos)



A diario algo se detiene y cambia.

Y de inmediato resulta la oquedad,
divisoria fuente que ahonda en el hábito
de preguntarle otra vez a la sombra.

Entonces, marioneta del sueño, inquiero…
(algo se detiene y cambia, entonces veo)

No sé cual será el fin de mi recinto,
de mi espacio contemplado desde antes.
Antes yo pretendía mis pasos,
sin prestar atención al camino errado.
No sé desde cuándo, ni hasta dónde
fui avanzando por entre los pasillos
de una oquedad más vasta que este imperio.

A diario me interrogo acerca de este modo,
de esta fija imposición de hacer las cosas…
Duermo, amo, lloro…
Mas mi conducta es igual a la de otro
que ignorase su existencia difícilmente ajena.
Si me detengo, si razono la huella antes que el paso,
puedo discernir un rostro inhumano
que cavila su tristeza en el interior del recinto.

Mi espacio, fría posesión de noches en vigilia,
está habitado por la curiosidad de un extraño.

27 nov 2009

Nada ha cambiado. Solo que ahora
me queda menos tiempo todavía.
¿Nostalgia? La misma que afloraba
si el alba me encontraba al ser yo mismo.
Ahora la luz me invita al juego,
insensible y demente,
de observar lo que he perdido
por vivir a ciegas con la noche.

No hay juegos ni manzanas
que acaso puedan devolverme al paraíso.

La fuga de mis horas es el alba
cuando llega al mismo punto
cardinal de la memoria.

26 nov 2009

Juego del elegido

Amparándome en la posibilidad
de que nada de esto sea cierto,
reconstruyo en toda soledad
el espejismo vano de la gloria.

Y sueño un difícil sueño:
convencimiento casual
que hoy hace de la vida
un loco juego,
ajeno, incluso,
a cualquier otra derrota.

Me amparo en la común debilidad
de no ser más que otro invento de la historia.

Rebelión

Todos lo sabemos:
algún día será el día
en que despertar
definitivamente
a una noción más cierta
de lo que pudo haber sido.
Qué importarán entonces
el tiempo empleado
en luchar contra molinos,
o el rostro entenebrado
por la más vasta decepción.
Qué importarán el pasado
o el presente verdadero,
si ya ni siquiera
podrías suponer otro futuro.

Y lo primordial, te dirás,
no es en sí admitir la derrota:
lo peor será ignorar siempre
de qué otro modo
pudiste haberlo conseguido.

Ármate, pues,
contra la posibilidad misma
de ser solamente
la misma realidad que eres.

Así, de llegar el supuesto decisivo,
pensarás también
que quizá pudiste haber sido
ese otro que desde hoy podría
confabularse contra el destino.

25 nov 2009

Arrepentimiento

Quizás no quieras oírlo.
En verdad, no debería contártelo.
He perdido el pudor: soy alguien.
Estoy solo con mi sangre,
escucha: estoy solo.
Quisiera amar, incluso,
hasta lo más falso,
llorar de plenitud o de importancia,
morir sin atavíos: feliz, descalzo.
Soy alguien, y aún puedo ser más…
Ser yo mismo, indecente, cansado.
Le he dicho al árbol mi secreto.
Y el árbol me ha escuchado.

Ahora todos dicen saber quien soy.

Pero quizás no quieras oírlo.
En verdad, no debería contártelo.

Autorretrato



Hoy hace mucho tiempo que me aparté del camino. Mas el relato de una vida desperdiciada ha dejado de ejercer sobre mí cualquier atisbo de consuelo poético. Hoy mi noche es tan larga como la de cualquiera. Debo decir que el buen ángel que aún me guarda, deplora estos excesos de realidad, pero también es cierto que me convertí en marioneta de los vanidosos, que me rechazaron mujeres demasiado hermosas y que, en más de una ocasión, me golpearon hasta la extenuación del alma.

Acaso esta os parezca una confesión mediocre, como tantas otras que no terminan de conmover a quien no comprende. ¿A dónde quiere llegar este caballero, hasta dónde es capaz de jugar con la paciencia del lector? ¿Por qué apela tan negligentemente a los sentimientos de quien le observa? Si, quienquiera que me esté leyendo, está pensando eso mismo, es que está siendo demasiado generoso con mis palabras. O no. Lo que quiero decir es que uno siempre es libre de dejar de leer cuando le apetezca… ¿no es así?

Por tanto, me tomo la licencia de no perdonarme, de acusarme, de atreverme a ser la víctima, que es, al fin y al cabo, lo que a todos nos apetece ser a ciertas horas de la noche. Porque puede que en ciertos momentos de la vida, en verdad seamos eso mismo: víctimas inocentes de un juego demasiado terrible para ser solo un juego.

Bien. Creo que he vuelto a romper el hielo. Espero que haya más en lo más profundo de su alma, porque les va a hacer falta para sobrevivir a tanta tragedia como la que guardamos allí, en lo más cierto de nuestra común experiencia con la desesperación.

Pero yo también quiero saber por qué. Por qué la desesperación nos empuja a explicar aquello de lo que nos avergonzamos. Y supongo que aquello de lo que nos avergonzamos es la desesperación misma. Yo hace mucho que me aparté del camino, y de ese mismo argumento pretendo hacer otra vía para mis metas. Lector, te lo cuento a ti porque sé que alguna vez te sentiste destinado hacia algo más grande. Todos los que tienen el vicio de la lectura se sienten alguna vez en esa tesitura, aunque solo sea durante esos breves segundos que lindan con la inconsciencia total de uno mismo.

A veces es una calle soleada; a veces, el ritmo de la lluvia que golpea de modo nostálgico la lejana intimidad de la conciencia, pero todos hemos llegado a sentirnos parte de un algo más grande que nosotros mismos, dentro del plan que la realidad le reserva a los que son diferentes. Porque, acaso, el ser diferente solo consista en sentirse como tal.

En cualquier caso, solo hay una cosa de la que avergonzarse, y yo creo que es el llegar a comprender que no hicimos las cosas tal y como debíamos, ni para nosotros mismos, ni para con los que nos han acompañado fielmente en algún momento del trayecto. Y al final, ya sabemos todos que ambas diatribas se parecen demasiado. Y por eso mismo hay que ir hacia delante, ¿verdad? Siempre hacia delante, siempre con el furioso viento que guía a los desesperados. Y que el buen ángel nos ampare cuando el ruido de las horas se haga tan insoportable, que no merezca la pena seguir hablando, ni siquiera para explicar aquello que nos causa tanta vergüenza como para no querer ser nosotros mismos.






24 nov 2009

En préstamo

No deseo más que el mismo ritual
abierto a la belleza, constancia del poema
que aniquila la noche con su cuerpo.
No, la última palabra no puede perdurar:
los blancos metales del delirio
han de tañer en el destierro
al evocar solitarios ecos que son música.
El poema no puede perdurar
mientras la incierta fábula del verbo
consista, todavía, en retomar la luz
que copara este futuro
de ángeles distantes y tácitas preguntas.

Mejor así: aún quiero pensar que es preferible
que el poema se pierda siempre en la tiniebla.
Que la belleza de todo lo esperado
igual de fugitiva sea que la vida.

Solo entre tantas sombras únicas y efímeras
ha de tener sentido un tiempo
ofrecido cada día en préstamo no dado.

23 nov 2009

rencor

Gracias, Amaia, por la idea…

Un rencor lentamente aprendido,
ganado al tiempo de la común derrota.
Hacerse mayor también consiste
en negar deliberadamente
cuanto pueda haber de ingenuo
en los vitales juegos del afecto.
Y guardar también el daño,
como el que guarda en su pasado
una esperanza fría y sin remedio.
Guardar, guardar la vida
de todo lo que pueda herir de nuevo
esta inocencia improcedente.

En mí solo la burla de los años,
maestra indiferente del destino.

22 nov 2009

Del error a la conveniencia

I

A veces me permito reconocer mis errores. De ese modo, hay quien se aventura a confesarme que también se ha equivocado, lo cual no creo que sea ni bueno ni malo, pues solo reconforta en la medida en que algún otro soñador perdido se encuentra en el mismo callejón sin salida que uno.

II

De todo lo que me prometí que nunca volvería hacer, voy extrayendo, poco a poco, la triste sabiduría del que tanto se ha traicionado a sí mismo, del que de algún modo ya se haya en la tesitura de aconsejar a otro sobre el mejor método para permanecer fiel a sus propios principios.

III

Puede que muy a menudo nos decepcione este modo de complacer al más fuerte. Pero algo me dice que es el vencedor el que sale perdiendo: el único aliado que gana es el que a menudo deseará traicionarlo.

IV

Grandes poetas, os envidio. Mi obra se limita a lo que aprendo de vosotros. Poetas menores, ya podéis insultarme: nunca seré tan bueno como ellos. En esta pretensión desproporcionada hallaré mi merecido.

el siguiente paso

Arriba, más arriba.
Siempre hacia otro sol,
cúspide de lo pasado,
sin más premura incierta
que un deseo contenido
en el cálido cansancio.
Más allá de la mañana,
altura de temblor rosado,
insignificancia de dios,
hambre eterna de los astros.
Arriba, más arriba
está abriéndose tu canto.
(La muerte te ha engañado:
tu corazón no es la noche
que titubea en el hallazgo.)
Más arriba está el tiempo
que reservas a la vida,
que te acoge como un niño
sorprendido en lo invisible.

La alegría es solo un paso.

Primavera del dolor

Aún no. Todavía es pronto
para que el dolor florezca
como simple eco del vacío:
el ánima sensible de algún objeto mudo
se abrirá primero a tu ancestral silencio.
Entonces será hora de presencias oscuras,
oscuras fragancias en la tarde
si los mirlos se abandonan a la vida.
No tengas prisa: ni siquiera el ángel
que somete a la más primaria bestia,
conocerá el momento exacto
en que tu llanto florezca
por algo innecesario.

Evádete del peso de los astros,
hasta que una luz constante
se asiente nuevamente
en el dolor furtivo de tu mirada esquiva.







.

21 nov 2009

hondura

Qué profundidad la vuestra,
corrientes individuos, cotidianos;
cuánta sustancia latente
esperando aletargada
en el filo taciturno de los años.
Todos, sin excepción,
sabéis el secreto que han guardado
tantas generaciones solemnes
de angelitos sometidos por el llanto.

Ahora que adivino la hondura
escondida en vuestros actos,
puedo amar y devolveros
la mirada contenida en el espacio.

Sed todos, sin excepción,
acto y periferia de lo amado.

20 nov 2009

Imaginario de la bondad



Mantener una actitud moral coherente, ser lo que se dice “bueno”, entraña desde hace mucho tiempo en esta sociedad el mantener también un delicado equilibrio con las circunstancias para que a uno no lo tachen de tonto.

La relación entre estas dos cualidades puede parecer arbitraria, pero algo nos dice que no es del todo así. El que se considera bueno, se considera, muchas veces, bueno por naturaleza. Y quien se considera bueno por naturaleza, no puede evitar pensar que sus semejantes también lo son… pero es ahí donde la cosa flaquea.

Que al nacer todos seamos inocentes, no quitará para que, de un modo que a algunos se les antojará “antinatural”, haya quien se corrompa poco a poco, aunque solo sea por deseo de no parecer alelado bajo ese ansia de sumisión e insignificancia que parece perseguir al verdadero moralista. No olvidemos que el ángel caído fue considerado un rebelde por los románticos, o que para Baudelaire, poeta maldito donde los haya, lo artificial y la belleza irían siempre de la mano en este mundo tan moderno que nos ha tocado vivir.

Acaso no entiendan los más cándidos que todo lo que nos debemos los unos a los otros es el respeto necesario para no hacernos daño, lo cual al final se traduce en una suerte de indiferencia ante el mundo que nos rodea.

Ah… pero entonces interviene mágicamente el afecto.

He ahí la única bondad verdadera, la única energía moral que puede contener el mundo. Solo amando es posible pasar de un indiferente respeto, a un solidario enternecimiento que nos involucre en el dolor de otro. Porque al final, el bien tampoco consiste en dejar hacer. Yo casi diría que se trata de no dejar sufrir a nadie, y menos aún a quien nos haya tocado la fortuna o la desgracia de amar obstinadamente.

Esto, que puede parecer una lección filosófica digna de un profesor de primaria, no es tan simple cuando se trata de impedir que alguien trate de autodestruirse. Y no hablemos del fastidioso y repetitivo caso que se da cuando alguien a quien amamos intenta destruirnos a nosotros, pobres salvadores, cándidos actores del deber.

Ante estas dos situaciones que he mencionado, creo yo que solo cabe un difícil movimiento: comprender profundamente las motivaciones de ambos males, que es casi lo mismo que buscar una justificación para tolerar todo lo que no nos parezca correcto en la persona amada o, por qué no, en quienes despreciamos profundamente.

Comprender es la única manera de estar en paz, de no sufrir por otro y, tal vez, de no dejar que el otro a quien amamos nos haga ningún daño. Quien puede comprender la maldad, esto es, justificarla de un modo racional, es prácticamente inmune, si no al daño, sí al rencor y al impulso de venganza, que vienen a ser el eco más sórdido de la crueldad humana.

Así, llegar a comprender que en verdad puede haber algo pernicioso en el solo hecho de aprender a ser hombre, podría ser el primer paso hacia una bondad más inteligente que la que predican aquellos que obvian que, sin un convencimiento moral del todo realista, acaso no podremos amar ni ser amados hasta la expiación.


















Reescripción: Umbral

Para P.C., por su saber hacer...

Para que nadie comprenda
más que yo de la vida,
he arrastrado hacia mí
las últimas cenizas del poema.

Para que nadie sepa más que yo de mi vida,
contengo un corazón más en el mundo,
amenazado por los últimos astros
que hoy refulgen, en alta certidumbre,
bajo un verano de nubes plañideras.

Decidme, estrellas, naturaleza, llanto:
¿podéis comprender en tal silencio
un lento aprendizaje, luchando, dentro?

Vengo de mis furiosas esperanzas
a llorar el límite cóncavo del agua.
Todo se ha difuminado en el camino,
dejando expuesto al canto
el íntimo contorno de la duda,
la médula de fuego,
el vacío inmaculado.

Os digo que estoy listo.
Llegará la señal acérrima
que divida en dos el alba.

Aprendo, perdido en esta hora,
a contener en mí lo próximo,
la luz inevitable del hallazgo.

19 nov 2009

Umbral

Para que nadie sepa nunca
más que yo de la vida,
he arrastrado hacia mí
todas las heridas del poema.

Para que nadie sepa más que yo de mi vida,
contengo en mi corazón
el suntuoso secreto de los astros salvajes,
certidumbre de las altas nubes plañideras.

Decidme, pájaros:
¿aún podéis comprender por mí
tanto silencio aletargado entre los días?

He llevado mis furiosas esperanzas
hasta el límite cóncavo del agua.
Y todo se ha difuminado en el camino,
dejando expuesto ante el fluido
el íntimo contorno del abismo.

Estoy listo para percibir
la señal acérrima del alba.
He aprendido en esta hora
a contener dentro de mí
lo próximo inevitable.

Ya podéis negar todo mi llanto
o incendiar mi triste mundo
con la llama fervorosa de parajes fugitivos.

18 nov 2009

Llanto

Esa sensación
demasiado inmensa
muriendo dentro.

Tres supuestos de contradicción



I

Conocí a un hombre que parecía destacar por sus cualidades morales. Esto se demostraba en su capacidad para censurar de modo crítico todo lo censurable. Al tiempo me percaté de que en constantes ocasiones aquel caballero cometía muchos de los errores que pretendía sojuzgar. Tanto me enfureció aquello, que incluso pensé en tramar alguna absurda venganza para su escarmiento. Fue solo cuando le conocí un poco mejor, que llegué a percatarme de lo mucho que este individuo, toda una contradicción andante, debía despreciarse a sí mismo por predicar con su propio ejemplo las mismas faltas que acaso era incapaz de tolerar.


II

Es cierto que la contradicción puede llegar a ser tan necesaria como desgarradora. Esto acaso se deba a que todos nuestros actos aspiran a perdurar secretamente. De vivenciar nuestra identidad como un orden sucesivo de acontecimientos, lo que afirmamos ocuparía siempre un lugar bien distinto a lo que pretendemos negar al día siguiente. Así, el hecho de que haya estaciones cálidas y estaciones frías, no hace que haya situación alguna en la que el clima sea cálido y frío al mismo tiempo.

Puede que al tratar de observar la realidad desde el confuso prisma de la eternidad —plano temporal que Borges consideraba más propio de una percepción animal—, la inconsciencia de nuestros gestos tienda a lo definitivo, como si cada instante contuviera en sí mismo la esencia de una realidad absoluta.


III

Es evidente que el presente, como tal, es pura percepción. Nos ubicamos en este mismo instante en la medida en que somos capaces de percibir la realidad con los cinco sentidos. ¿Pero lo que no podemos percibir directamente, en qué plano perceptivo-temporal deberíamos situarlo?








17 nov 2009

compromiso

Es inútil luchar tanto. Siquiera en lo más cierto.
Porque un dolor lento y cotidiano,
tejido torpemente con nombres de violetas,
emerge a cada rato ante mis fuerzas.
Y de tanto oponerme al daño absurdo,
acaso habré justificado
un rencor apenas restringido
por la deuda que hoy mantengo con la vida.

¿Y tan cruel ha de serme la experiencia,
que a su paso sólo deje impresa la vergüenza,
imperdonable y precisa,
de tantísimos sucesos sin sentido?

Pienso que ya he tenido suficiente.
Ya podéis decir que no soy quien
para censurar en pie humillación alguna...
Así es: en mi pensamiento hay vejaciones
igual de lamentables que un golpe voluntario.
Porque igual que cualquier otro,
también yo mismo, miserablemente herido,
podría hacer sufrir a quien me estima.

Aun así claudico, mas no comprendo.
Será porque me niego todavía
a disfrutar de que al final, si me descuido,
de tanto perdonar al desalmado,
me dé por igualar su juego invicto.

16 nov 2009

La muerte y sus hijos





Devorar cada resto de alegría con la intuición pretendida en nuestro ascenso hacia la nada. Amanecer. Regresar al alba, siempre. Y si la mañana nos sorprende despiertos, que sólo quepa volver a despertar de las pesadillas conscientes de este insomnio. Ya no recordarás haber cedido ante la duda, ni ante las vértebras calcinadas de un amor sin importancia. Padre, yo sé, porque tu corazón era una flor demasiado furiosa, porque arrojaste mil piedras hacia una infancia desdibujada en negro, que nada de lo que soy es tan distinto de la sangre, ni de aquel silencio hermético. Pero entonces: ¿a qué tanta verdad difuminada?, ¿de quién todo este sueño? Aunque sea tarde para comprender la mirada que sostenías tras la noche, y los pájaros del atardecer no vengan a quitarnos las migajas del olvido, ¿por qué ha de ser tu memoria el solitario espejo donde rompa el infinito oleaje de la muerte? A veces sólo puedo recordar las heridas que guardabas contra un viento inexorable… Hay que amanecer. Regresar al alba siempre que la noche pretenda devolvernos la alegría.

Toda soledad se aprende. No hay maestros. La curva de tus fuerzas se repite en mis palabras. Toda soledad nos quita el privilegio de perdernos. Ante la muerte, siempre ante la muerte se escucha la verdad de cuanto no dijimos a su debido tiempo. No quisimos darte otra inocencia, y por ello nos dejaste una última deuda con el fuego de la duda. Hoy trato de sentir en mi vergüenza cualquier traición a ese dolor que gobernaba tus gestos. Pero sólo logro invocar un silencio inaprensible que se funde con mis manos y mis huesos.

Aquella soledad tuya, aquella forma de rebuscar alguna estrella más allá del mundo, es la única herencia que podría ofrecer a los hijos que no engendraré nunca.

15 nov 2009

El asesino

Sólo digo que el primer asesino de dios
acaso pudo llamarse nada más que Darwin,
y ser un hombre como todos los demás hombres...
Y también que pudo ser alguien descontento
por no haber pisado nunca el paraíso.

Digo también que no le pareció justo
el castigo divino, sudar tanto para ganarse el pan,
morir tarde o temprano, perder al fin y al cabo…

(Y sufrir en la ignorancia y todo eso.)

No le pareció justo. ¿O tal vez no le importaba?
Lo cierto es que hubo de negar
definitivamente
la nostalgia incierta ante cualquier paraíso.
Y desmintió el pecado. Y levantó el castigo.

Y acaso los primeros homínidos del mundo
tenían un alma inmortal como la nuestra,
o tal vez todos los hombres,
del primero al último,
fuimos siempre animales cartesianos.
Esto es: torpes criaturas sin alma ni destino…

De ser así, la única divinidad
en la que aún podemos confiar los más escépticos,
no es otra que el progreso, la imparable técnica,
la violenta industria que poco a poco nos convierte
en extraños dueños de un mundo condenado.

Sólo digo que hoy quizá seamos
una raza templada por el roce consciente del abismo,
pero también bestias pudorosas,
avergonzadas, acaso,
de haber traicionado su propia naturaleza
al admirar la belleza de unas sombras fugitivas.

14 nov 2009

Audaces

No diréis que fue vana también
la llamada quimérica del viento:
¿que tantos sueños hoy dependan del olvido,
no concierne solo a los que se abandonan?
Y el mismo viento perdido de los años azules
todavía nos persigue cada noche por el mundo.
(También la primera luz que muere
necesita de nosotros, jóvenes y audaces perdedores
que llorando por la vida delatan su futuro.)
¿Pues acaso no fuimos hijos vacilantes
de una duda recelosa y terrible,
la misma que ahora muerde por el aire
toda ocasión perdida bajo un cielo moribundo?

Quedaos hoy con el último vacío de mi corazón.
Ya solo quiero pensar sin que haya tregua
en todo lo que ayer pudo haber sido
más hermoso que la penumbra impredecible del futuro.

(De hace ya algún tiempo...)

Ciertas huellas intervienen hoy
en el simple soliloquio inconsciente
de este amor voraz y de sus fuerzas:
dudas que abocan a existir
como la lluvia reciente que ha caído
abandonando un cielo oscuro.
Huellas sobre la arena del silencio,
impresiones de luz contra la noche.
Todos los que caminan hoy hacia sí mismos
esperan encontrarse nuevamente
con aquella sensación
que una vida corriente les quitara,
huellas que habrán al fin de convencerlos
del humano valor de un sueño extinto.

13 nov 2009

Sobre la compasión


“Si puedes encontrarte con el triunfo y el desastre,
y tratar a estos dos impostores de la misma manera…”

No estoy esforzándome en sufrir junto a ti tu derrota. Sentir lo que otros sienten está en mi naturaleza y en la de muchos. Si consideras que compartir tu dolor es algo voluntario, me estarás adjudicando un mérito inmerecido. Así, puede que cuando fracase a tus ojos, del mismo modo consideres que fracasar era parte de mi voluntad. Pero mi única voluntad es la de ser lo que soy. Triunfo o derrota, fracaso o mérito me serán indiferentes, si para lograr una cosa o evitar la otra, debiera también traicionarme a mí mismo.



Confidencia

Siempre a estas horas de la noche
se despide de mí con un beso. Mas hoy,
contrariado por su trato protector,
me he mostrado indiferente a sus afectos.
Es sólo un detalle más
de los muchos que suma
una ya larga convivencia.
No tiene mayor importancia.
Pero, aunque estuviera en mi derecho,
no podría perdonarme a mí mismo
el que esta misma noche
se la llevara la muerte.
La muerte, esa duda lejana,
pero siempre traicionera.

12 nov 2009

Deberes y renuncias





Soy yo el que se equivoca. No hay obligación moral alguna hacia aquellos que aún no hemos conocido hasta el afecto. Las faltas que pueda cometer con ellos son totalmente inocuas. Pues sólo en el amor o en la inocencia puede darse el daño imperdonable.



Yo sé que eres lluvia. Y también árbol, y brisa inconsciente del pasado. Pero yo soy sólo ese pensamiento que, para poder comprenderte, esquivo sospechosamente mientras hablo.



La vanidad va estrechamente ligada a lo perecedero. Quien se cree demasiado hermoso, le oculta deliberadamente a su conciencia esa otra negación de la belleza, que es la muerte paulatina por indiferencia.


Hay quien se siente especialmente atractivo cuando sufre. ¿No será otra forma de afirmar que la realidad pertenece a los que así la enfrentan directamente?


Gobierna tu corazón. Ama sólo cuando tu pulso se rebele.


Si el silencio cobra un significado extrañamente hermoso, te estarás acercando a lo que buscas. Así pues, no digas nada. Sólo escucha o escribe.












10 nov 2009

La edad del alma

Hoy tengo la edad silenciosa de todos los objetos.

Será porque me niego desde ahora
a tener un alma apenas perdurable,
será que no quiero renacer de nuevo
al tiempo de la angustia y el reloj incendiado.

Pues ya mi cuerpo es la osadía y es el hambre.

Y he escuchado entre gentes improbables
la palabra irreductible del filósofo.
Mas no creo que haya esencia verdadera,
ni trasmundo de caminos melancólicos
más allá de las horas más oscuras de la tarde.

Hoy tengo la edad que ostentan los espejos,
la experiencia del libro en los estantes…
Hoy mis manos son la piedra insensible
que de niño lancé hacia las sombras del mundo.

Y mis ojos, mis dedos, todas mis extremidades,
mi espalda, los pulmones, la lujuria o la sangre,
son también parte de un silencio furioso
que hoy escribo con letra casi inerte.
Y también hoy sin asombrarme.

Página para un lector futuro




Insufla, lector, si por azar me crees digno, tu suave aliento a este leve resto de mi rabia, inútil hoy para su primer propósito de sangre. Revive, si en tu pensamiento padeces estas mismas ansias por creer, a un cadáver de sueños intranquilos, que tan bien conserva el silencio del sencillo anaquel en que reposa. No, la palabra no nos da más tiempo que el sabido. De mí sólo quedan algunas páginas de retórica grosera, grisácea monotonía de una jungla que confundes entre los pasillos subterráneos de la noche. Pues la ciudad es, querido amigo, la verdadera señora del olvido…

Así, piénsala tuya, gobiérnala con el sumo desconcierto de sus ecos más oscuros. Sabes bien por qué sueños te conoce, por qué en tu corazón viven sus transeúntes invisibles. La ciudad es el mundo que te acoge tras su ritmo de mentiras y blancas alucinaciones. Gobiérnala con la mirada que conduces aún más lejos. La ciudad, esa dudosa encrucijada de esperanzas nimias, es el escenario que tanto necesita la literatura.

Pues un libro ya leído es siempre otro peldaño hacia la civilización. Y la última palabra de esta incierta arquitectura de espejismos, también se perderá bajo las sombras de una autodestrucción más que consentida.

Para ti, lector a quien ya nada debo, este ingrato juego de imposibles…





Puertas

Abrirlas todas. Cerrarlas
sólo cuando toda realidad entre
repleta de remotos estigmas.
Que no las abra el viento.
Que tu voz sea ese ariete
sutilmente dedicado a no rendirse.

Puertas. Puertas del azar en vela.
Abiertas todas con el juego de la mente.
Cerradas con el ímpetu secreto
del que anuncia otro futuro
más cercano que la propia muerte.

Llama... Y entra, y dime,
si albergas otro entendimiento,
por qué hay tantísimas presencias
en un lugar ya casi vacío.

9 nov 2009

Retrato de M.


De hace algún tiempo... No es muy fiel a la realidad, pero como me ha emocionado encontrarlo entre mis papeles, aquí se los dejo. Ya me dirán.

8 nov 2009

... literatura, amor, locura, muerte

Hasta donde alcanzan mis rudimentarios conocimientos de psicología, la psicosis, enfermedad que suele embelesar al soñador empedernido, suele tener un punto de partida más que definido. El enfermo, en cualquier caso, termina siempre por vislumbrar un instante que a mí sólo se me ocurre definir como de “realidad absoluta”. Un instante que desmiente todo cuanto haya aprendido a lo largo de su vida, para dotarlo de unos principios de actuación totalmente nuevos y, por qué no, cambiantes al punto de favorecer en todo momento la plena libertad del que parece sufrir una herida profundísima en su amor propio.

De todo esto, me interesa especialmente la convicción definitiva del que padece este desequilibrio. Pocas cosas en esta vida tienen un poder tal sobre nosotros, que al final podamos deducir que después de tal o cual suceso somos ya otra persona, alguien a quien las circunstancias han convertido de por vida en un extraño para sí mismo.

A mí, personalmente, sólo se me ocurren dos hechos en la existencia de cualquiera que no sufra de psicosis, que tengan tanto poder sobre su psique. Uno es el amor. El otro, como ya se habrán imaginado, es la cercanía definitiva de la muerte.

Ambos espectros son invocados una y otra vez por la literatura, creo yo que con la intención de hacer reparar al lector sobre la verdadera dimensión de lo irremediable, cualidad del ser que, por citar un ejemplo, lo es todo un día, y al día siguiente, o bien ya es nada, o acaso ya haya dejado de habitar el plano tangible de la realidad corriente.


6 nov 2009

Flores

Salíamos a buscar las flores
más hermosas
que ocultan los vertederos,
o el lirismo de los ángeles
que aún entienden el dolor
de pequeños animales huérfanos.

Todos nos decían
que la belleza es el consuelo
que algunos encuentran dentro,
al creerse aún inútiles y audaces.

4 nov 2009

Días de luz

Estos días nos devuelven la mirada, amor.
Y hoy somos un tiempo mil veces huido
hasta los tristes vertederos de la razón.
¿Mas con qué llenar tanta distancia?
¿Cuál será el final de todo invierno?

Piensa en un juego que revele lo que somos,
en un cuerpo que quizás lo fuera todo.
Sombras que huyendo de la luz adviertan
que estos días son apenas
la mirada incierta que sueña su horizonte.

Ya no hay voz de la razón, amor…

Pues hoy soñamos la evidente cifra del dolor
que ya nunca sentiremos por querernos tanto.

3 nov 2009

Sacrificio

Abismarme en tu forma de esperar,
sentirte en mí hasta que me sientas.
Llenar de blanca sal, de clara nieve
los mismos mares que hoy rompían
en la playa más lejana de tu mente.

Que yo también comprenda,
mientras bailas tú con tu silencio,
en qué tranquilo hogar, cuartel de invierno,
se consuma lentamente el sacrificio.

Tantas palabras cotidianas nos superan…
son pequeños mundos, amor,
los que trato cada día de encontrar
implicándome desde un simple teléfono,
objeto imprescindible en toda esta quimera.

¿Y acaso querrás que conversemos siempre?
Yo a veces quiero suponer
que toda esta cruel distancia
ocurre sólo por creer de más en nuestros cuerpos.

Pues ya sabrás que a ratos adivino,
en la vital escena de tu soledad última,
esos tristes festejos que la carne adolece.

Primeros consejos




Hoy no he podido evitar recordar cierta conversación ajena que acabé escuchando hace ya tiempo en la cafetería de alguna plaza de Santa Cruz. Un padre le explicaba a su hijo que en realidad nadie debería ser juzgado por su forma de ser, ya que, decía, nuestra conducta —siempre hay grados, claro está— es algo tan subjetivo, que no merece la pena entrar en ese tipo de berenjenales a la hora de relacionarse con quien sea. Ese comentario no se me ha olvidado todavía, acaso porque las palabras del padre me parecieron de una sabiduría casi terapéutica.

Si alguien de mi familia me hubiera hecho comprender ese tipo de conceptos durante mi infancia, creo que a día de hoy no me preocuparía ni lo más mínimo el tener tal o cual grado de afinidad con la gente que conozco. Ni tampoco desconfiaría, yo me acuso, de un gesto determinado o de una forma más o menos errática de mirar a los ojos. Lo más probable es que un comentario así a tiempo, desmonte cualquier temprana tendencia a la suspicacia emocional o, por qué no decirlo una vez en confianza, a la cotidiana psicosis que nos remite, una y otra vez, a montar esa película mental que somos los primeros en sobrevalorar.

Asumámoslo: si hay algo que tiene un peso excesivo en este entramado de admiraciones y desprecios que es la sociedad, es la forma de ser. Eso que todos llamamos personalidad, no es más que una suma de cualidades que no siempre están ahí porque nos guste ser de un modo que a la mayoría de nuestros congéneres pueda causarle cierto rechazo en un grado admisible (las más de las veces, claro está). Rechazo que, al fin y al cabo, puede agudizarse cuanto más extraña o atípica se vuelva nuestra conducta.

Sí… Tenía razón aquel bondadoso maestro de andar por casa, cuando decía que todo juicio sobre lo que aparentamos siempre será demasiado subjetivo. Tan lúcido me pareció su comentario, que ahora entiendo por qué sólo puedo recordar la frase en sí. Posiblemente, si nada en aquel hombre era llamativo o memorable, era porque no se creía quién para entrar a formar parte de tan espléndido circo de vanidades. Un sencillo padre de familia, sólo eso. Sólo alguien obstinado en preparar a su hijo para la que se avecina.

¿Será eso lo que llaman humildad?







2 nov 2009

El río inexorable

I

Voy de la soledad a la muerte, de la muerte a tus brazos… Y de tus brazos regreso siempre a la soledad. Mas no me es posible comprender nada que no sea más que evidente. Nada sé, salvo aquello que un observador extraño también podría deducir mañana de la expresión de tus ojos.

II

Me pregunto de cualquiera si habrá perdido la capacidad del llanto. Supongo que lo más lógico es pensar que sí, pues rara vez se ve a alguien desahogándose de ese modo por las calles.

III

Ya sé que mi tiempo aquí es limitado. Acaso por eso el desperdiciarlo me parezca un acto tan heroico como el de malgastar la paciencia en una infinita empresa imposible de llevar a cabo.

IV

Para suicidarse hace falta un valiente que le tema demasiado a la vida y un cobarde capaz de enfrentarse un día en soledad a la propia muerte.

Derrota del soñador

Has negado, con infinita paciencia,
los signos indelebles que vienen de la noche.
Estar en ti es ya bastante. Pesa tu vergüenza.

Has negado, sin saber siquiera tu destino,
los altos signos que tentaban tu futuro.

Conténtate, si así lo quieres,
sabiendo que a ratos sufriste en tu silencio.
Celebra el tibio advenimiento de la noche
creyendo que sólo tú leíste el libro
que no podía sino hablar sobre ti mismo.

Mira: esta ciudad que has comprendido,
es la indolente testigo que ignora tu derrota.
Han caído ya tus ángeles.

Y acaso no existieron nunca
aquellos locos soñadores
que un día despertaron a la sombra
de su propio imposible.

Ya sólo puedo aconsejarte,
si es que algo esperas,
seguir empecinado en tu caída
y soñar como león lo merecido.

Pues el fracaso es ahora la mentira misma
que te salva, no lo niegues,
de jugar en vano al vano juego de la vida.

1 nov 2009

Fulgor

Tu reino es hoy este fulgor de cada verbo.
Sabes que no hay plenitud en la rosa,
ni abismo más allá del casual nombre
que le diera sentido a su ancestral silencio.
Pues, que la rosa no se mezcle con el fuego,
ni el fuego con la voz de la memoria,
es la única misión que la palabra
encuentra por sí misma en cada término.

Mas, por hablarte, sé que hay fuerzas
que se tocan al cifrar un sentimiento.
Que al nombrar la rosa, es cierto,
hablamos de esa flor que nos recuerda
la muerte que reclama perfecciones
cuando pasa por el mundo de las formas.

Y acaso por hablarte
también hay sombras en camino.
Palabras que sólo esconden en su ruido
la herida que no termina nunca de contarse.

Así, si acaso olvidas tu origen o destino,
nada temas: el verbo es la memoria contenida
por voces infinitas que se crean en el hombre.

Que, porque sabes que la rosa ya está escrita,
tu reino es hoy el mágico fulgor de cada verbo.

30 oct 2009

Nuestro silencio

Casi insoportable permanece
el silencio impuesto a tanta soledad.
Llénalo, vacío estéril,
de simples ruidos y memorias,
préstate a esparcirlo entre las sombras,
que su triste armonía
no te quite la esperanza
necesaria para hablar contigo mismo.

Casi insoportable o inaudible,
un silencio impuesto es otra forma
de esperar a que la nada se disuelva
en el ácido sonido de tus quejas.

Recuerda que este permanece
siempre en los rincones más tranquilos.
Pues allí donde cualquier hogar
es incierta música de niebla,
el silencio es también esa nostalgia
que entre los años deja
sus perfectas respuestas sin sentido.

Mas este silencio no es tan sólo mío:
es también tuyo, de las calles nocturnas,
de los días en que nadie nos sorprende.

Porque el íntimo silencio
en que por temor se pierden
nuestras verdades más íntimas,
es también un ruido sutil
que creemos evidente
al sentir la misma soledad
que nadie más advierte.

La otra normalidad

I

Alguna vez admiró un paisaje fugitivo y sintió que la vida era sencillamente eso: un hermoso paisaje que nadie puede aprehender con la mirada perdida en su propio mundo interior.

II

No es fácil llorar la desesperación que supone sentirse inválido para la normalidad. Pero acaso sea el único modo de demostrarme a mí mismo que todavía estoy capacitado para sentir cosas que la gente corriente no puede siquiera imaginar.

III

Ciertas madrugadas me da por frecuentar lugares concurridos por jóvenes bebedores y artistas bohemios. Es en esos tugurios donde suelo sentir con mayor desesperación la necesidad de reírme de mí mismo. Pues, por un lado, sé perfectamente que todos buscan allí los placeres que una fatigosa semana les ha negado impunemente.

Así mismo, también sé que el placer no puede hallarse donde nadie, a excepción del camarero y algún discreto personaje de aire misterioso, sabe cuál es su papel en la eterna mascarada de la noche.


IV

Cuando alguien es consciente de estar desperdiciando su vida en una sucesión de perfectos sueños inútiles, sólo puede salir de dicho trance despertando a una realidad semejante a la que ha creado en su impotencia.

Esto es: enloqueciendo.

29 oct 2009

El propio fuego

Sólo hay un modo de atenerse
a las razones consabidas de este juego.
Y el que acepta sabe que la paz que gana
consiste en un vacío consentido,
común deber que, si se cumple,
no deja de por sí espacio a lo anhelado.

Toda intensidad se nos ofrece
yendo alguna vez en contra de estas leyes.

Sólo al oponerte a lo que acaso sea cierto
encontrarás un poco de ese zumo amargo,
mal llamado en tu inocencia libertad o abismo.

Es sabido que ese hermoso fuego
consume la razón del que lo obtiene,
pudiendo calcinar también
a todo aquel que admire
su licenciosa belleza ilimitada.

Arde, lector, si así lo quieres,
en la intensa llama de tu propio deseo.

Pero nunca olvides que al final
toda ilusión fielmente realizada
tiene algo de espejismo
extrañamente distinto a lo soñado.

28 oct 2009

Equivocadamente cierto

I

Sólo hay una forma de saber cuándo estamos preparados para transitar el camino que anhelamos. Todo consiste en correr alguna vez el riesgo, en intentarlo. Aunque siempre quepa la posibilidad de perder parte de nuestro amor propio en un acto enloquecido, tarde o temprano tiene que llegar el momento en que nos convirtamos en audaces jugadores que no teman por sí mismos, ni por la fortuna de ser derrotados en el momento preciso.

Lo más probable es que sea preferible caer mil veces como si fuera siempre el primer intento, antes que transitar sin estar preparados el camino que anhelamos.


II


Para ver lo que llevo dentro tendrías que soñar mucho y creer sin mesura en la palabra. Quizás entonces pensarías, no sin cierta posibilidad de error, que la realidad interior de cada cual es más que evidente.



III


Ya no tengo necesidad de que nadie me alabe. Supongo que para equivocar lo que soy me basto yo solo.


IV


Nuestros errores no han de ser sólo comprensibles, sino también necesarios. En mi opinión, si nunca nos hubiéramos equivocado hasta ser conscientes del fallo en cuestión, viviríamos engañados por nuestra propia inocencia.


V

Un error no es siempre un error. En ocasiones, cuando un músico improvisa al límite de sus conocimientos, sólo puede pulsar la nota precisa equivocándose.

27 oct 2009

Recomenzar

Imposible quererse siempre.
Ni siquiera al tratar de asumir
las últimas renuncias
—altas todavía, e imposibles—,
esas que toleraremos sólo comprendiendo,
ni siquiera entonces
te decidas a saberme
ángel triste o paisaje eterno.

Mejor huye conmigo por los años
negando la importancia de toda soledad,
de ese claro infierno ineludible
que es tener tan sólo
la torpe compañía de uno mismo.

Y entendámoslo, amor,
es todo cada vez más simple.
La verdad es un tiempo indemostrable,
y no podemos querernos cada día
sólo porque fracasen en su anhelo
los únicos relojes a los que confiamos lo pasado.

Aún habrá errores impensables
cuyo único perdón posible
sean la distancia más oscura
o un silencio más dudoso que el olvido.

Mas yo también creo, amor,
aunque apenas lo diga con certeza
por pretender también otra inocencia,
que nadie puede saber siempre
habitar un mundo tan hermoso,
porque este a veces se deshace
en una duda, una traición
o tras una última palabra de esperanza.

Es todo cada vez más simple…

¿Y no será el amor esa inocente deuda
que debemos de pagar para recomenzar intactos?

26 oct 2009

Talión

Herida hiriente, equilibrio insano.
El rencor es la justicia del más fuerte,
y siempre parece superior a lo acallado.

Pero, si eres otro, entonces ama,
juega sin debilidad y sin fuerza.

Y hoy acaso reconozcas al leal amigo
porque sus templadas respuestas
no podrán dañarte más que tus preguntas.

Herida hiriente, infinita herida
la que no puede cerrarse en el olvido.

Se tú el más inconsecuente,
comprende que sólo hay tal dolor
contenido en la expresión de lo que eres.

Y si en sueños tú también devuelves
el golpe eterno que te será devuelto,
despierta: la sangre del oscuro círculo
no debe manchar nunca
la inmediata belleza del silencio.

25 oct 2009

Más aforismos

Cuidado. El orgullo intelectual suele demostrarse humillando a los que piensan de otro modo. Si quieres evitar ese tipo de conducta, aprende de tus semejantes a ser otro.


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Recuerda siempre que la vida miente a los demás mejor que tú.


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Si en verdad quieres ser mejor que el resto, no te compares en esos términos con nadie. Ser diferente es el único modo de no ser inferior en nada.



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Calla lo que tengas que callar. Hablar de más sólo tiene una enseñanza, y es que siempre llega un punto en que uno no sabe qué decir.


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Tener treinta años no puede ser tan malo. Es a esta edad cuando empieza a estar justificado el tener una vocación, acaso porque ya todo el mundo se dé cuenta de que es demasiado tarde para cambiar.


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Hasta para un soñador enfermo lo más fácil es seguir soñando.


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Soledad, divino tesoro.


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Ya he sido el que tú querías que fuera. Y lo he hecho por mi propia voluntad. Así que, si te ha parecido que conmigo cometiste un error, puede que la responsabilidad sea sólo mía.

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Ya he luchado por lo que creía correcto. ¿Es, por tanto, mal momento para comprender que estaba equivocado?

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Obstínate un poco y tendrás tu parte de razón en cualquier debate.

El veneno

No hay tal veneno.
Sólo la seguridad de estar despierto
cuando toda noche se avecina
desde la incierta soledad de lo que sueñas.
No dejes que haya quien te quiera
temeroso de esas duras tempestades,
ni desnudo ante los fríos ojos del invierno.
¿Tú también has visto el buen final
que debería correspondernos, a nosotros,
los injustamente heridos
por la afilada sombra de la vida?

No hay tal veneno en la palabra.
Sólo una razón que hemos juzgado
más poderosa que cualquier silencio verdadero.

Pues el daño tiene hoy la misma altura
que supones comprendida en tu futuro.

Y el futuro, tu futuro,
es el mismo humo que alimentas
si te sueñas despierto, e inevitablemente
se avecinan en tu nombre la esperanza o el olvido.

24 oct 2009

A lo hora de perder el juicio

I

Una cosa es que deba ser tolerante en mis juicios morales. Otra, muy distinta, es que en ocasiones no quiera comprender que ciertas acciones malintencionadas puedan ser tomadas a la ligera o consideradas de naturaleza ajena a esa voluntad de juicio. Más allá del bien y del mal, sólo podremos encontrar a algunos sabios ya casi perdidos, a otros tantos locos y a aquellos a quienes la vida ha rehusado comprender en cualquier término moral.


II

Sé que hago mal hablando de ciertos temas en público. Lo que aún prefiero ignorar es por qué.


III

Es cierto que la vida cotidiana exige de unas buenas dosis de frívola teatralidad. Pero basta. No puedo aparentar siempre que ignoro cuanto pasa a mi alrededor.


IV

Todo nuestro entendimiento radica en nuestra voluntad de juicio, capacidad que a veces choca con la mentalidad de nuestros semejantes. Se trata, pues, de un dilema puramente humano. Si piensas que los árboles, la densidad abstracta de la luz o la cambiante arquitectura del mundo intervienen en tu necesidad de comprender a los que te rodean, te equivocas. Y si en verdad intervinieran, entonces sí te aseguro que errarías de pleno.


V

He perdido la cuenta de los años que hace que perdí el juicio. Puede que cada frase que haya dicho desde entonces, sea parte de un trágico intento por recuperar la cordura. Pero, bien por una cosa o por otra, ya no me arrepiento nunca de intentar hacer lo correcto.


VI

Vale, lo admito. No habría sido capaz de encajar una mala crítica. ¿Pero era mucho pedir un solo elogio coherente?

23 oct 2009

De la A a la Z

(Otra vez me tomo la licencia de publicar algo demasiado real. Es un breve fragmento de mi propia vida, la página del diario de alguien que sólo necesitaba desahogarse. Mala literatura, supongo. Sé que acaso los pocos lectores fieles que tengo no me lo perdonen. Pero como tantos otros blogers, hoy tengo la necesidad de publicar una entrada de este tipo, quizás porque necesite un poco de vuestra complicidad con esta historia, una de esas señales que a veces llegan en forma de feliz comentario. Me gustaría que de ser así, la intención fuera la de ser objetivo hasta donde lo permita el juicio de cada cual.)




Empiezo a sospechar que mi estupidez no tiene límites. ¿Cómo puedo haberme considerado amigo de una serie de personas que me ven como algo accesorio en sus vidas? ¿Cómo puedo desear la compañía de gente que me ve como alguien que no soy?

Hoy he discutido con alguien, una mujer a quien aquí llamaremos A. Todavía no me puedo creer lo que le he dicho yo a A y lo que me ha dicho ella. He intentado explicarle lo de Z, el animal que me partió la cara hace cosa de dos años. He intentado decirle de un modo coherente, y no he podido, que su actitud, que la actitud de todos los que nos conocen a los dos me da asco. No lo ha entendido. Ante el ejemplo más claro que he podido plantearle, que venía a suponer que si alguien, pongamos por ejemplo a cualquier amigo común, la golpeara de tal modo que ella terminara en el hospital preguntando si tenía algo roto, ante ese ejemplo, yo, personalmente, le negaría el saludo al indeseable en cuestión, a él y a toda su familia. La respuesta de A me ha dolido más de lo que esperaba, “yo no sé lo que pasó, cada uno tiene una versión. Además, me parece algo tan triste que allá se las entiendan”. Vale… pero al menos podría ahorrarse lo de ponerse a hablar con él como si nada delante mía, ¿no? Lo cierto es que no he podido terminar la conversación. No es que me diera por pensar que no tengo la razón. Sé perfectamente que la tengo. Podemos hablar de relativismo moral y de lo que A quiera, pero yo sé que la tengo. Lo que en verdad me impidió seguir hablando un segundo más con ella fue la sensación de estar arrastrándome, de estar perdiendo la dignidad al tener que exigir un gesto que me parece que, en cualquier otra situación social, surgiría de un modo natural, incluso ante alguien que hubiera golpeado brutalmente a un pobre diablo que no fuera amigo de nadie.

Ahora todo el mundo puede decir que no tenía claro lo que pasó o, como siempre, no decir nada, pero, si en verdad somos todos amigos: ¿por qué nadie me preguntó a mí mi versión de los hechos? A mí, precisamente, que fui el que recibió todos los golpes.


22 oct 2009

La interpretación

Siempre seré mejor actor de lo que crees.

Si ya no parezco aquel niño introvertido,
ayer avasallado mil veces por la realidad;
si hoy no me crees capaz de gritar aquí mismo
las mentiras más sigilosas, esas tristes afrentas
que llenan de luz toda desesperación,
será porque, aunque tú me comprendas,
todavía soy mejor actor de lo que crees.

Yo también sé fingir el gesto paternal
de alguien que se sabe corrompido por la duda,
también sé sonreírle al hipócrita público.
Yo, aunque a veces parezca un soñador en paz,
también siento esa rabia
que consume lentamente
a los que acaso callan la humillación del débil.

Y no es fácil interpretar un papel
que exige de una vocación perpetua.

Pero mientras quiera recobrar un tiempo inasible,
tantas veces malgastado en esperar un sueño,
tendré que ser, ya no hay remedio, otro actor más
en el triste escenario del que no afronta la verdad.

21 oct 2009

Leer el fuego entrelíneas




I

Las ideas que los más inteligentes obvian en sus conversaciones, sus libros o sus discursos, son el ruido cifrado de la angustia del individuo corriente. Se me ocurre que robar el fuego de esas gentes privilegiadas podría entrañar un difícil problema para todos: el de arder durante toda una vida, en las vertiginosas llamas del conocimiento subjetivo.


II

Cada vez más a menudo, observo a determinadas personas por mi barrio, personas que parecen haber perdido toda fe en la vida, en la belleza… En cualquier cosa que les haga suponer que la felicidad existe.

En sus rostros se adivina una realidad vulgar, un mundo sin más horizonte que el presente. Acaso me equivoque, pero casi juraría que son ellos, y no yo —ni ningún otro con aspiraciones a sabio—, los que han llegado a comprender algo sobre la triste naturaleza de la existencia.


III

Era ya de noche, y soplaba un asqueroso aire caliente. La única forma de seguir creyendo en la realidad era soñar con la secreta inocencia de fríos parajes invernales. Pero no me dormí. Al final comprendí que la realidad no necesita que creamos en ella para seguir siendo igualmente desagradable.


IV


Hay miles de formas de arder. La más coherente quizás sea la de obstinarse demasiado en ser uno mismo.


V

Pensándolo bien, creo que no debería publicar un solo libro. ¿Qué es lo mejor que puede llegar a pasarme? ¿Que mis ideas sean cosa de todos? ¿Que la gente venga a discutirme lo que sé y, acaso, también lo que soy? No es que me desagraden esas cosas, pero no me fío de los que dicen comprenderme mejor que yo mismo, aunque tal cosa no sea en verdad difícil.











Lenta costumbre del asombro

¿Qué nos quedará mañana, al leer de nuevo
el poema fugitivo que los años desgastan?
¿Qué queda todavía de ese asombro cotidiano
por el fuego, por la lluvia, por la dispar memoria
de un mundo que no será sino el recuerdo
de la incial presencia de aquella luz liviana?

Pues mi mirada del primer entonces
no pudo retener de su inocencia
más que una imagen caprichosa:
no la duda, tampoco la certeza errada
de creer que siempre hay una forma
de ver la realidad por vez primera.

Hoy creo que la muerte es la costumbre
que ciega lentamente las cosas más hermosas.
¿No consiste todo en un proceso necesario
que confunde la noche con las horas,
el cielo con otra vaga noción de lo infinito?

Insiste. Acaso cuando ya nada nos asombre,
la muerte nos parezca otro secreto
igual de tolerable que la vida contemplada.

20 oct 2009

Bajo la extraña sombra del mal

I

El mal es quizás la forma más terrible de poder, y acaso por eso mismo podría ser la más seductora. Toda culpa exige de un dominio pleno de nuestros actos y de lo que somos. Si el arrepentimiento no llega para el violento, el asesino o el injusto ladrón que roba a quien poco o nada tiene; su lugar en el mundo no dependerá en absoluto del resto y, así, no se disolvería jamás su voluntad en la voluntad social de los millares de individuos que sólo pueden dejarse llevar por sus semejantes.

El criminal o el perverso son, en estos términos, extraños con la dudosa capacidad moral de bastarse a sí mismos.


II

En mi humilde opinión, nada ha hecho tanto daño al pensamiento moderno como el hecho de no distinguir correctamente entre pensamiento amoral y conducta inmoral. Un pensamiento amoral, incluso un acto de la misma índole, estaría más allá de todo juicio ético de su época, más allá, también, de la misma naturaleza que nos impulsa a juzgar un determinado suceso.

Si un padre, en un primer arrebato ciego, mata a los que han violado y torturado a la que un día fue carne de su carne: ¿podríamos emitir un juicio al respecto con la total seguridad de no equivocarnos? Incluso conociendo perfectamente la realidad de los hechos, ¿podríamos decidir si lo que ha hecho entra dentro de las, supongamos matizadas, categorías del bien o del mal?


III


Es posible que quien se sienta culpable por lo que le hayan obligado a hacer desde la inconsciencia, esté tratando, equivocadamente, de ser parte de algún modo del raciocinio moral de aquellos que se aprovecharon de una feliz ingenuidad.

Tan triste es la maldad, que la culpa, esa infeliz nostalgia de una lejana inocencia, se puede contagiar también a cualquier víctima que ya no sepa cómo creer en la justicias.