Los extremos

Sentir el vértigo. 

Crecer con la tempestad.

Ejercitar la arrogancia que ignore
cuántas veces fallamos
en nuestro intento de ser.

Para ello,
escribir como quien arranca
un humilde gemido 

del cadáver del lector.

El fuego

Entre el horror y la misericordia
tendrás que abrirte paso.

A empujones,
retorciendo la verdad,
maldiciendo a gritos.

Porque es de carne este infierno.

De carne corroída
por fuerzas y más fuerzas sin nombre. 

Pero de carne. 

Tendrás que abrirte paso hasta el hueso,
hasta el lugar exacto
donde alguien deberá decirte
por qué tu vida fue abrirte paso, 

y solo abrirte paso
entre espejismos insondables 

de horror y de infernal misericordia. 

Deshacer

Aprendí demasiadas cosas de la muerte.

Piedad, compasión, paciencia...

Quise festejar el centro del poema,
la alegría incondicional,
el hermoso ascenso hacia el delirio.

Pero fui un mal discípulo de la vida,
soy consciente.

Ahora intento convertirme
en aquel discípulo de la muerte
capaz de conquistar la Vida.

Deseos

¿No le temes a tu corazón?

Yo al mío sí. A mi corazón
y a la noche amenazada
por su propio amor a la verdad.

El corazón ignora cuanto sabe,
y para ignorar, miente.

Miente y calla,

solo rompe su silencio

el furioso grito inmaculado

que lo hiere. 

Contexto

Oscuridad es belleza.
Equilibrio, un tenso claroscuro.

En la total blancura no hallarás sustancia
-dije que hablaría desde lo sombrío,

y así lo he hecho. 

Ahora deberías tú surcar la Noche. 

Si algo esquivo iluminaras, 

nada creas, siempre ha habido 

incontables luces falsas en el mundo. 

Erosivo

Ríete de sus heridas, 

haz de la amistad un hueco

donde solo pueda perdurar la burla. 

Deja que una vana superioridad

condicione cada sensación

hasta alcanzar la expresión del hueso. 

Permite que el cinismo avance:

sacrifica cada espiga de tu infancia

en aras de lo real. 

No hallarás mejor manera

de ser uno más en tu ignorancia. 

Valores

Aún no sé si hice bien.

Fui leal en el interminable 
desfile de los desleales.

Creí que sería lo correcto.

Pero en qué me convirtió
el andar siempre tan cerca de traidores,
de gente que desaparece
cuando la grotesca noche avanza,
y la oscuridad se vuelve
más cierta que uno mismo.

¿En qué me convirtió?
¿En un prohombre?
¿O en otro siervo abyecto
de criaturas tan libres como mezquinas?