Sueño de lo que hay fuera

Nada de lo que puedas decir o pensar,
tiene más importancia
que aquello que tienes delante.

Percepción. A eso se reduce
la tensión perfecta. 

Percibir a solas, 

como la rapaz su presa,

una realidad
momentáneamente nuestra.

Difícil

Respetar, 

aunque sea odioso,

aunque pocos lo merezcan realmente. 

Respetar la mediocridad,
la falsedad,
lo despreciable.

Y no por el bien de los mediocres,
ni de los falsos,
ni de los más odiosos.

Sino por la necesidad misma 
de poner un límite

a la miseria humana.

El diálogo

Durante un tiempo,
fui, como un espejo, en contra mía.

Hablé de mí en exceso,
retorcí las formas y el silencio,
rompí el pacto con las sombras.

Más tarde,
hice de mi realidad el secreto
que no puede recordarse en la distancia.

Sucede a veces
que lo único que importa en este mundo,
es saber estar en paz con lo innombrable.

Ahora nadie me conoce realmente. 

A nadie pertenezco. 

Una cosa por otra

Llevo años
intentando conformar un carácter
que no sea iracundo,
ni celoso,
ni envidioso.

A día de hoy, puedo decir

que ya casi lo he conseguido.

Pero alcanzar ese cielo, 

me ha costado 

un infierno larguísimo. 

Una abstracción

No la vida,

esa ciudad agonizante. 

Solo mi preciada existencia. 

Escombros invisibles.

Y un cuerpo. 

Eso soy, solo eso. 

El aire

Pienso en el olor de cada cosa.

La peste del fracaso.
El aroma del éxito.

¿Quién soy yo para negar lo evidente? 

La suerte es mala aliada,
y el trabajo duro
exaspera a quien no tiene paciencia.

El éxito huele a armonía
y a lejana belleza.

El fracaso es una soledad claustrofóbica.