Siempre a estas horas de la noche 
se despide de mí con un beso. Mas hoy, 
contrariado por su trato protector,
me he mostrado indiferente a sus afectos.
Es sólo un detalle más
de los muchos que suma 
una ya larga convivencia.
No tiene mayor importancia.
Pero, aunque estuviera en mi derecho,
no podría perdonarme a mí mismo
el que esta misma noche
se la llevara la muerte. 
La muerte, esa duda lejana, 
pero siempre traicionera.