Es 
mucho más sencillo. En silencio sobrentendemos lo que somos. A qué 
enunciarlo, probarlo o demostrarlo. Para darte a conocer, el mejor tema 
de conversación son los otros.
A 
veces tengo la impresión de que hay más enfermedad en dejar que te 
diagnostiquen, que en la enfermedad misma. Nada más indigno que dejar en
 manos de otro la verdad más íntima de todas, la misma que uno enuncia 
sobre lo que es.
Ante 
ti, que adoleces de lo sentimental, el angosto laberinto carnal. 
Limítate a respirar. Avanzar para encontrar la salida, supondría 
levantar infinitos muros o inventar cada pasadizo probable con vocación 
de mártir o de náufrago.
Solo para los demás soy uno. Para mí mismo, miles de fragmentos restallando entre las pausas del olvido.
 
