De pausas o tensiones
sabemos demasiado:
la palabra contenida es casi el arma.
Exceso, órbita que rompe.
Sabemos,
soñamos,
decimos demasiado:
no hay plegaria más oscura,
ni inquietud equivocada
que moldee tan a ciegas nuestro rostro.
Así la entrega,
el rito que iniciamos a lo lejos.
Arma sin cabida, espejo casi yerto.
Nos retrae hacia la sombra
la palabra contenida por el miedo.
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