Tiene gracia la crítica indiscriminada que hace la mayoría cuando algún pobre desgraciado comete la osadía de pecar de soberbia. Cualquier modo de actuar como si estuviéramos por encima del resto, es lo único que en los momentos difíciles puede llegar a salvar de la quema la poca autoestima que nos quede, alejándonos así de la psicosis. Sin embargo, parece que todo queda en manos de los jueces de turno, los cuales muchas veces pecan de lo mismo o de algo peor, y aun así se creen en la tesitura de poder avasallar a aquel que, al parecer, podría hacerles sombra en el bizarro teatrillo de lo social.
