Cuando todo está donde tiene que estar, sentirse poca cosa es casi una medicina.
Ser una persona siempre feliz y nada más que feliz, puede suponer que aquellos malos días sobre los que recaer, se conviertan sí o sí en un vulgar infierno contra la propia identidad.
Y contemplar cada espejo sin esperar nada de mí.
Ser una persona siempre feliz y nada más que feliz, puede suponer que aquellos malos días sobre los que recaer, se conviertan sí o sí en un vulgar infierno contra la propia identidad.
Y contemplar cada espejo sin esperar nada de mí.
no!
ResponderEliminarsí!
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