Y
en qué espejismo habría de apiadarme. De qué dolor tendría que
apartarte, si el fuego es canto que reanima. Jamás tenté la herida
hacia la escoria, ni pudo el equilibrio consolarnos con su aullido.
Ya todo
estaba escrito. De aquella sombra, los pasos que no dimos. Del raro
oficio tan solo exijo otro sentido.
Magnífico, excelente, bellísimo poema, amigo Diego. Gracias siempre por tu rontunda escritura.
ResponderEliminarY a ti por tus siempre generosos comentarios, Iván, amigo.
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