Insensible también a tu nombre.
Y como cualquier ave ardiente,
insensible a la noche.
Insensible, sí,
pero mírame ahora.
Amor, mírame bien:
yo jamás admití tras el duelo,
en mitad de ese frágil relato del día,
el gran cometido
que ya solo concierne
a los que niegan su sitio en la escena.
Hasta que no enfrenté mi conciencia
al frío proceder de mis iguales,
jamás abarqué la intensa medida del aire.
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