Sí, amor, jueces mezquinos.
Aquí, allá, en Madrid,
Bogotá o Indonesia.
Y en nosotros también, recuerda.
También en nosotros.
Cedemos nuestra libertad
si encerramos riendo,
bebiendo o pensando en exceso,
el valor que cualquier semejante
evade al negar su propia flaqueza.
Pero hay diferencias.
A saber: tenemos uñas y dientes,
opción, vergüenza y aquellas heridas
que harían aullar a las bestias.
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