En el amor total, la idealización ajena es el feliz error que nos da la oportunidad de ser mejor personas. No sucede así en el amor físico, en el que cualquier intento de perfeccionar a nuestro cómplice, conlleva una forma u otra de poder o sometimiento. De ahí la genial afirmación de Mallarme. Sí, la carne es triste. A ella se encomiendan los fieles a sí mismos por pura vanidad onanista.
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