A quien nunca le fue propia la noche
y nunca le será de luz la razón del día,
a quien huye de sí, porque piensa
y siente que su corazón es nada,
a quien desoye el ajetreo unánime
y violento de sus dulces semejantes…
A quien vive negando lo que ya sabe:
¿qué infierno le reserva el ansia
de soñar cada día
otro mundo probable?
A quien nunca le fue propia la noche:
¿le corresponde vagar sin resuello
y ser lluvia furiosa, sangre y silencio,
tiempo inasible de sus últimas fuerzas?
¿Y qué días son estos, amor,
qué días terribles nos llenan los cuerpos
de humana tiniebla,
de indecible cansancio,
de amor imposible a tus ojos sin sueño?