12 dic 2008

La última palabra

Qué silenciosa la muerte…
Qué tranquilidad siniestra
la del lobo que observa su presa.

Al final del poema se desvela siempre
la infinita esperanza
en otra vida más leve.

Pero qué silenciosa la muerte.
Y qué firme aparece
tu nombre en mi conciencia.

Esta noche delimito mi mundo,
me adentro desnudo en el reino
que reconozco a solas.
Porque, esta noche,
un amor incierto
me obliga a recordar los sueños
que destruyó la inercia.

Y qué silenciosa,
qué silenciosa esta forma
de doblar sin rumbo las esquinas,
de pedirle más tiempo a la vida.
Qué silenciosa
la hora en que abarcar
la memoria del día.

Si una mañana, al verme perdido,
no escuchas más mi silencio,
pronuncia mi nombre y espera,
que la sola palabra,
por ti comprendida,
podría llenar de sentido mi muerte.