Qué silenciosa la muerte…
Qué tranquilidad siniestra
la del lobo que observa su presa. 
Al final del poema se desvela siempre
la infinita esperanza 
en otra vida más leve.
Pero qué silenciosa la muerte.
Y qué firme aparece 
tu nombre en mi conciencia.
Esta noche delimito mi mundo,
me adentro desnudo en el reino 
que reconozco a solas.
Porque, esta noche, 
un amor incierto 
me obliga a recordar los sueños 
que destruyó la inercia.
Y qué silenciosa, 
qué silenciosa esta forma 
de doblar sin rumbo las esquinas,
de pedirle más tiempo a la vida.
Qué silenciosa 
la hora en que abarcar
la memoria del día.
Si una mañana, al verme perdido,
no escuchas más mi silencio,
pronuncia mi nombre y espera, 
que la sola palabra, 
por ti comprendida,
podría llenar de sentido mi muerte.