No obstante, reconozco en algunos de estos semejantes un halo de
vulgaridad que admiro. La misma vulgaridad de quien sabe que nada de
lo deseado se encuentra en realidad a su alcance.
Hay en su resignación una suerte de felicidad perversa, y en dicha perversión se observa una nobleza incalculable. ¿Cómo no admirar en ellos la inocencia salvaje de quien nunca transformó su alma en aras de la violenta travesía mística? No colman el lugar, todo su bagaje surje de la ensoñación etérea.
Siquiera roza mis oídos la intensa carcajada que contienen en su sangre.