el rostro prescindible de cualquiera.
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Construir una identidad refinada, ascética, empática. Eso o cultivar la espontaneidad extrema para dar lugar a la criatura genuina, sin atisbo alguno de hipocresía en su conducta.
A través del prisma de la inquietud, lo primero me convertirá en un mequetrefe acomodado.
Lo segundo, en el bruto que nadie querrá ya por compañía.
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Acúseme de hipócrita si tan mal lo hago... Pero dígame, ¿a estas alturas en verdad sabe ud. qué oculta tras esa vieja máscara?
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En noches como esta, me conmueve la tristeza de las máscaras. Lo que hay tras ellas, desvelado, es hermoso y corriente. Oculto, engendra la vergüenza.