Mal 
momento para despertar del mal letargo. Treinta y dos años al borde del 
espanto. De noche, bajo los párpados, el túnel, la verdad impalpable, mi
 hora. Ahí alguien relataba: "la vida nunca nos impone todo y 
demasiado". Pero ella quiso despertarme. Ahí la entraña abierta, la 
obsesión de hacer balance; de nuevo la experiencia indemostrable.
 
