¿Pero
cuál es el camino? ¿Considerar la traición una tesitura que incumbe
solo a ciertos heroes literarios? ¿Actuar como si dicha traición fuera
en sí misma algo inverosímil? ¿O mantener un estricto margen de respeto
hacia quienes sabemos que en determinadas circunstancias pueden sentir
socavado lo más íntimo de su confianza?
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