Ya no tengo fantasías de ese tipo.
Fantasías ridículas, quiero decir.
Caí en la cuenta, y ahora
también me son indiferentes
mis propios pensamientos.
Mejor así:
¿a quién le importa tanto misticismo,
tanta desolación espumosa,
a qué venían tantas entelequias?
Si al final,
después del vano esfuerzo,
la mente se va descomponiendo...
Y el alma, el yo o aquello que fusiona
la carne alegremente con el sueño,
no sabe reincidir o no responde:
la mente frente al ego es esa cosa
que intenta convencernos de que somos
más altos que aquel sol de nuestra sombra.
que intenta convencernos de que somos
más altos que aquel sol de nuestra sombra.
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