2 ago 2011

Tarde en la terraza




Ondean desiguales las banderas blancas
y todas las banderas de mi infancia,
el puerto todavía encuentra el mar,
y el duelo condiciona el juicio del viajero.

La tarde de este día es esa tarde
que concibe tenebrosa el cielo abierto,
y no hay arcángel que no tiente,
ni ocasión errada que no muestre lo aprendido.

Eterna la prisión que nunca pertenece,
observo como juegan los vencidos
el ridículo papel de héroes implacables.

Ojalá nos quede tiempo por soñar,
me dicen los escaparates veraniegos
de una calle que aún ocupan tantos cuerpos...


2 comentarios:

  1. Áupa!

    Veo curiosas concomitancias con mi último post chorra.
    (Este mes estamos todos torrados).

    Salud.

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  2. Épa! Pues sí: el verano conduce irremisiblemente al aburrimiento. Y el aburrimiento a la literatura, por lo menos a algunos. Y si esta condujese a su vez a alguna parte, estaría todo en su sitio, pero no...

    Así que lo lógico es volver sin nada al primer verano, y hacer como si el calor fuera importante. O algo de eso.

    Saludetes.
    D.

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