Jamás os pregunté si os dolió en algo verme así, tan humillado, tan maltratado por el alcohol, por las drogas y por las destructivas fuerzas que tanto se ensañaron conmigo.
Llegué a pensar en aquella época que sobre mí cabeza se arremolinaban temerosos ángeles.
Qué es mi dolor, qué es vuestro visceral dolor
ante esa pútrida estela de silencio que parece esconder una identidad anegada,
Entre el sentimiento fingido y la cruda realidad del vacío diario, aún prefiero la terrible máscara, el sentimiento falso, ese ingrato no saber
cómo se construye el misterio sensitivo.
Tanto el fingimiento como la más cruda realidad de nuestros actos, son, sin lugar a dudas, igualmente aborrecibles, y si en verdad pudiera preferir — o incluso elegir algo, aunque fuera una sola cosa para contentarme —, elegiría el sentimiento verdadero.
Otra vez son el Sol, la brisa y las delicadas muchachas que pasean por debajo del balcón de mi casa, los tres elementos que me hacen pensar que el mundo es aún un lugar hermoso.
Por eso,
otra vez maldigo al Sol.
Otra vez maldigo la brisa.
Otra vez maldigo a las delicadas muchachas que aún pasean por debajo del balcón de mi casa.