Durante diez años ensayé mi ira.
Mientras los mejores dormían,
cuando más atenta era la tarde.
Cavé después la hermosa tumba de los débiles,
sobre la que anidarán los pájaros.
Semejante era mi ira
a la sabiduría de los muertos estivales:
conocía la crudeza del temblor exacto,
el error por el que ciertas flores
significan algo todavía.