22 nov 2009

Del error a la conveniencia

I

A veces me permito reconocer mis errores. De ese modo, hay quien se aventura a confesarme que también se ha equivocado, lo cual no creo que sea ni bueno ni malo, pues solo reconforta en la medida en que algún otro soñador perdido se encuentra en el mismo callejón sin salida que uno.

II

De todo lo que me prometí que nunca volvería hacer, voy extrayendo, poco a poco, la triste sabiduría del que tanto se ha traicionado a sí mismo, del que de algún modo ya se haya en la tesitura de aconsejar a otro sobre el mejor método para permanecer fiel a sus propios principios.

III

Puede que muy a menudo nos decepcione este modo de complacer al más fuerte. Pero algo me dice que es el vencedor el que sale perdiendo: el único aliado que gana es el que a menudo deseará traicionarlo.

IV

Grandes poetas, os envidio. Mi obra se limita a lo que aprendo de vosotros. Poetas menores, ya podéis insultarme: nunca seré tan bueno como ellos. En esta pretensión desproporcionada hallaré mi merecido.