
No sabemos qué ignoramos,
ese es el maleficio.
Aun así, 
no podría, aunque quisiera,
desear mayor sabiduría
que la de saber reconocer a diario
la verdad de mi ceguera.
no podría, aunque quisiera,
desear mayor sabiduría
que la de saber reconocer a diario
la verdad de mi ceguera.
El más macabro de los mundos que imagino, 
acecha todavía bajo la apariencia de los días.