13 jun 2022

Para la sobremesa








Continúa la crudeza del verano.

Una atmósfera rancia y melancólica
parece negar la conmiseración del aire.

Ya no sé
qué hacer para detener el desencanto,
cómo guardarlo con las demás sombras.

La casa en la que vivo con mi madre,
sigue sin gustarme después de veinte años.

Además, aquí, en este barrio, 
la mediocridad es una tradición 
horrible y respetable.

Por si esto fuera poco, 
soy consciente
de que solo a fuerza de engañarme
consigo sentir algo. 

Esto era la insensata madurez:
un conjunto de situaciones miserables. 

Y un seguir indiferente ante su peso.