Para conectar con alguien,
primero hay que vislumbrar su infierno.
Para acceder a la visión de otro,
para entender su patetismo,
para saber por qué su rabia
no termina donde dicta el límite,
hay que conocer sus noches más oscuras,
sus lazos implacables,
primero hay que vislumbrar su infierno.
Para acceder a la visión de otro,
para entender su patetismo,
para saber por qué su rabia
no termina donde dicta el límite,
hay que conocer sus noches más oscuras,
sus lazos implacables,
el eco de todos sus abismos.
Pero desistir en esto,
y entregarse blandamente al propio infierno,
y entregarse blandamente al propio infierno,
y cerrarse a ese infierno inconcebible
que es el alma de los otros,
será lo que suceda.
Debemos proteger con cada gesto
nuestra poquísima cordura
de la dureza de los que han sobrevivido.