Ah, pero a nosotros, ¿qué
sentido nos queda? Dime. Queríamos, no, necesitábamos desenredar la sombra y el
destino apenas sugerido de las cosas. Buscábamos morir de amor o cargar contra
molinos gigantescos. Fugarnos a la luna, cantar violentamente, correr de un
modo u otro la mayor aventura, la que hiciera de este tiempo la baraja rota del comienzo.
Héroes, héroes... El valor se pierde bebiendo de
las fuentes. Y ahora, en derredor nuestro, el orden fatigoso de los días. ¿Dónde
el enemigo? ¿Cuándo la tragedia que recree la belleza del invierno?
Decidme: ¿quién dijo hasta
aquí solo, lo demás está hecho? Pues bajo otro firmamento, ninguno de nosotros
buscaría lo que crece solo hacia el subsuelo.