No discernir ningún camino 
de entre los incontables 
que transito hollando la mentira.
Presentir, después de haber sabido,
que la nada multiplica nuestros actos  
como potencia inabarcable del absurdo.
Jugar a ser desnudo
de cuantas realidades se entrecrucen
disfrazadas de ficción hierática.
Que el engaño no revele
—no después de haberlo urdido—
la vergüenza irremediable
de tornar, sentida con cuidado de epitafio,
la constancia de un sentido
en incierta sombra entrometida 
de otra sombra imperdonable.