
Vigila esa malograda angustia,
pues esa frágil fuerza que sostiene tu presencia,
contendrá en sí tu corazón.
Sostén su peso último con tu sabiduría,
escóndela de los demás entre tus huesos.
Acógela con el fulgor de tu importancia rota.
No la juzguen los felices
que hayan pretendido la miseria de ser otros.
Con tu negra voluntad, acógela.