
Nada le debemos al espejo.
Para asomarnos a nosotros mismos,
necesitamos de un misterio
concebido como ventanal a la locura.
Por debajo de la psique, 
se contraen nuestros músculos 
en presencia de cualquier filosofía. 
Será la muerte imprevisible
la que explique fríamente quiénes éramos.