Observa la miseria,
la común miseria ciega del adulto.
Observa atentamente, y pregunta
si no serás ya parte
de la infinita negligencia de este mundo.
De ser así, nada temas, no te cierres.
No actúes
como si no hubieras ayudado a elaborar
el preciado escenario de tu degradación.
Como si no hubieras preferido
el aire ya viciado de la noche
como otra forma
de innoble madurez,
fuera del alcance de los débiles.
Nada temas, no te cierres.
Porque cada don que así proviene
del ancho mundo externo,
siempre estará lleno
de inconsciencia y de sombra.
Y de miseria y de espléndida inmundicia.