Escribir desde la noción
de que nada es fácil,
escribir terminalmente,
humildemente, odiosamente.
No tener nada que hacer,
sino pararse a escuchar
cada pensamiento elaborado
a partir de una lógica hiriente.
Ansiar algo que palidece,
que temblaba en uno mismo,
que fracasaba en su alegría.
Desechar todo ideal de belleza,
toda armonía establecida, dejar
solo un verso roído por el viento.
Escuchar la verdad de otros
sin olvidar el propio prisma.
Difícil. Así, la realidad.
Lo fácil es ficción o suerte.