Es la asunción de la derrota lo que nos hace madurar. No asumir nunca esa circunstancia, puede conducirnos al éxito. Y a un perenne infantilismo del que será difícil librarse.
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La piedad es la compasión del que también sufre.
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Una pintura doliente no se volverá poética mientras no haya cierta compasión en nuestra forma de mirar.
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Leemos porque no entendemos nada. Y cuanto más leemos, menos entendemos.