Madrugrada
Os vi pasar a todos.
Las manos sobre el rostro,
la espalda casi yerta.
Pálida inquietud en vuestras fuerzas,
ingrávidas proezas.
Mirad luego más arriba,
abrid bien los ventanales y la puerta:
en su negro círculo de piedra,
la noche astutamente nos contenta.
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