No
es solo la estética lo que se banaliza. También nosotros, en
nuestro abandono moral, nos convertimos en criaturas vulgares,
incapaces de precisar qué importancia tiene la belleza en nuestras
vidas o de qué manera casa lo físico con lo espiritual en terrenos
como el erotismo, la rebelión o en determinadas obras de arte.
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