Empecemos de nuevo.
Supongamos esta vez 
que una pérdida reciente
nublaría el juicio de cualquiera.
Y apartemos los lugares comunes,
omitamos las visiones románticas,
obviemos el alcohol y la intuición delirante,
la enfermedad incurable, 
la espiritualidad 
y el segundo café de la mañana. 
Dejemos solo, 
rozando delicadamente las ventanas, 
el frío inconveniente de la tarde.
Y también a la gran desconocida 
presente entre nosotros...
Cualquiera en mi situación
hubiera asumido gravemente
la necesidad de comprenderlo todo.
Me pasa cada vez que llega.
Mis entrañas dicen: vive.
Y yo intento ser cualquiera,
aunque mi cabeza ruede velozmente
junto a un fuego que no quema.
aunque mi cabeza ruede velozmente
junto a un fuego que no quema.