18 jun 2011

Juguete roto

Dulcemente, así el niño que, después de destrozar el juguete de su corazón, se apresura a brillar escribiendo algún verso de amor a la vida. Su única vergüenza era no poder inventar la realidad. Así el saber, el frío, la caída. Ahora se levanta a solas de sí mismo, y en su sentir me explica: mira bien, tu tiempo no se pierde en lo que admiras. Antes de este día, tu asombro era de luz, creabas el misterio de los pájaros, la fuerza de tu voz también te enternecía... Y nada era más cierto que la magia de jugar a solas con la vida.