Llevo tres semanas luchando,
demasiados días observando 
a los demás actores
como si supiera doblegarlos.
Tres semanas o diez años. Nunca cedas...
Los que tanto claudicaron, ahora dicen: 
nunca cedas. Qué ocasión habrá llegado
para que a ratos deba repetir en la vigilia, 
contra el sueño interminable,
un salmo inconcluso, 
la oración escéptica de nadie:
Yo estaba preparado, 
pero la palabra capital ardió más rápido:
casi como el cuerpo retorcido de aquel árbol.
Ahora tomo ejemplo de ese ciego invulnerable 
al que amedrentan todos los espejos.
E intuyo la verdad que el tiempo nos reserva,
su juicio arrincona mi conciencia a la intemperie.
Sé que no he cerrado los ciclos del olvido.
Tan solo continúo defendiendo
del espectro invencible de los años
la razón que no ha justificado mis errores.