Y a diario discernir,
sujetar contra el pecho la certeza,
tejer el juicio que hiciera la niñez necesaria.
Inocencia, tú juzgabas con claridad el sentido.
Medía el silencio la hondura del acto:
en jugar consistía el juego
de abrirse camino
hacia noches violentas.
Después cerramos los ojos.
Nadamos a ciegas.
Bailamos a ciegas el son desgarrado del viento.
Así sucede, al final llega el día,
así los héroes confunden
la innata razón de sus actos.
Al final siempre llega...
Y qué poco importa.
Olvidados del bien y del mal,
aún actuamos.