El soñador nunca despierta.
En sus ojos nace un animal esquivo,
se reinventan de nuevo la adicción 
al dolor y un sueño obsceno
entremezclado con el fuego de la vida.
Se ocultan de otro sol sus ojos,
son el juguete sublime
de un poema sin sentido.
Elegido por azar, el soñador ya es alguien.
El soñador nunca despierta.
Sabe bien que la luz de la locura
es más extraordinaria
que cualquier oración escéptica.
Todos soñamos 
cuando él despierta ante otro sol 
sin más significado que la noche.