31 mar 2010

Las bestias



Tratando de esquivar el solitario absurdo que pudiera suponer la libertad, recorro la imaginaria distancia que abarcan los pasillos de esta casa diminuta. He logrado evitar todos los dramas menos uno: el mismo que hoy me corresponde por derecho. El que me hace contemplar siempre el mismo ángulo incomprensible de mí mismo. Tal vez la vida me haya sonreído en tantas ocasiones como yo he pretendido volver el rostro hacia las mismas cicatrices que representan un bagaje fortuito por el mundo. Conozco el luminoso infierno de la locura, sus rincones asombrosamente sucios de lirismo. Tratando de esquivar el claroscuro de sus pasillos, me reencuentro con el destino que no supe asumir a su debido tiempo.

Yo inventé esta aterradora verdad para saberme más cerca de la poesía y acaso cada día más perdido en la vorágine inconsciente de los otros. Y la casa sigue estando medio vacía. Mi madre contempla en silencio un televisor que alecciona al mundo entero sobre el verdadero significado de nuestra impotente rutina.

Tratando de escribir desde la negrura, sin que nada en mis palabras me exija el lamento inapropiado de la víctima. La vida es algo tan simple, que resulta casi imposible de definir en los términos precisos que revela la poesía. Pero nada importa. Soy libre para sufrir las imprevisibles consecuencias de mis actos, como también lo soy de endurecer mi rostro para no alimentar un rencor infinito hacia la verdad. Tratando de abarcar un drama que se imposibilite a sí mismo, de dar una lección moral a los que se saben justamente felices, pienso que yo también debería ser uno más en la larga procesión de los favorecidos.


Imagen: Remedios Varo