6 feb 2010

Llevar la contraria



Era un hombre incapaz de ponerse un sombrero al revés. La misma forma convexa del exterior del sombrero se lo impedía. Porque era al revés… al revés del todo. El lado que debe quedar por fuera, él quería verlo por dentro; quería sentir el tacto exterior del sombrero en su cabeza.

Un día, harto ya de no poder transgredir ese pequeño límite, tomó una decisión salomónica. Se hizo cortar la cabeza por un guillotinador profesional, al cual pagó unas monedas de más para que plantase un sombrero bien oscuro en su enorme cabeza desmembrada.

Ya muerto, qué carajo le importaba por donde le ponían el sombrero. Si en verdad este encajaba correctamente, tal vez ya nunca más pudieran arrancárselo de su sitio…