26 jul 2009

predeterminado

Aun para llenar de simple luz este segundo,
y encontrarme aquí, por vez primera siempre,
ha sido necesario desistir del llanto,
creer en la febril miseria de mis semejantes,
sentir la náusea gris que infunde el vértigo,
callar, sufrir, y prescindir también del aire
que traen todos los inviernos moribundos.

Porque esta joven alegría hoy precisa
del pasado exacto que la inventa.

Y para sentir de nuevo el firmamento,
para tocar el cenit infinito del presente,
había que vivir lo ya vivido para siempre.

Había que luchar con la memoria herida,
y reescribir después las faltas invisibles
que, sin saber nunca por qué,
diera en mi dolor por verdaderas.

Y no hay más dolor, me digo,
que el que hoy así me eleva
hasta la estatura consecuente de mis días.