5 abr 2010

Examen (y III)

...Para alguien que trata de desenmascararse a sí mismo a través de la poesía, el camino de la evasión y el de la compresión podrían discurrir de modo paralelo. Me consta que soy yo el que, en última instancia, debe pronunciarse sobre lo que escribo. Pero considerando que por pura relatividad empírica, la experiencia que trasladamos a la literatura puede ser cierta en tanto que queramos que lo sea, todo esto se vuelve extraordinariamente complejo de tan simple. Ambos caminos pueden ser igual de válidos para curarnos. (Sí, pero acaso solo el que busca la verdad pueda presumir que la belleza se está consumando o se consumará en el mismo terreno de lo sensible).

¿Y hasta dónde sabemos que decir la verdad es algo terapéutico? Todos mis conocimientos de la realidad se me antojan introspectivos. En mis recuerdos hay muchas imágenes, ciertamente poderosas, que puedo deducir como parte de un argumento que voy comprendiendo poco a poco. Resulta sencillo considerarlas como parte de una historia premeditada, creer que lo que ha pasado y lo que pasará, tenía que suceder así porque el orden natural de la experiencia sigue unas pautas predecibles. Pero esto sucedería gracias a una perspectiva que se aprende mirando hacia el interior. Y claro, ahí está la locura de sentirnos protagonistas de nuestra existencia, que debe de ser el único modo de que los demás no nos consideren dementes de la más absurda libertad o algo por el estilo. Como protagonista de mi propia vida, me esmero en actuar como los que han protagonizado la mía. Solo en contadas ocasiones puedo vislumbrar una acción que no pretenda imitar la audacia de algún actor de cine o personaje literario. O amigo que acaso estuviera obrando como una proyección ficticia en el momento en que tomé nota de su conducta.

Al final, solo me queda claro que podemos inventar la verdad. Podemos soñar y olvidar la vida, y vivir el sueño de vivirla. Pero en el fondo, en lo más oscuro de la jungla que nos corresponde, ciertas convicciones se forman al margen de nuestra voluntad. Bajo esa luz irremisible, trato de negar el peso que la vida me impuso en sus lecciones. Puede que escribir sea el único modo de liberarme de mí mismo para dar un paso más allá del angustioso silencio.