10 ene 2010

Prefacio a la intimidad

Acoge suavemente la penumbra
tanta soledad como trae la noche.
El cántaro de las horas se derrama
en la torpe ceremonia del deseo.
Es otro, no más raudo que la luz,
el que merodea más allá del día,
pero en mí serás testigo
del juego que no debe perpetuarse.

Acoge suavemente la penumbra
tanta soledad como deja el cuerpo...

No debo esperarte tras mi pensamiento:
cualquier tardanza será breve,
como el acto en que explicarte mi locura.