30 dic 2024

Nota de diario







Al principio era un aliciente. Creía haber encontrado una mina de oro al darme cuenta de que el individuo moderno no tiene nada dentro. La mayoría de la gente de cualquier ciudad del mundo, solo posee su cuerpo, su casa y las cifras de su cuenta corriente. Yo, por mi parte, sabía y sé escribir. Sé cómo crear cosas que podrían llenar ese vacío. Y, créeme, mucha gente necesita llenar esa inmensa nada que los habita, aunque sea con algo que no les pertenece.  

Cuando te lo planteas así, empiezas a darte cuenta de por qué la calidad literaria de tus textos, no tiene por qué ser tan importante como piensan los grandes estudiantes de filológía. Hay muchísima gente ahí fuera, que, en algún momento de su madurez, fue devorada sin ninguna piedad por su propia pasividad. Y yo podía ayudar con eso. 

Pero ese entusiasmo duró solo un tiempo. 

Poco a poco empecé a quedarme mudo, sin ideas, sin ningún enfoque claro para lo que hacía. Simplemente me había dedicado a llenar huecos, y no estaba seguro de si eso me convertía en un escritor del montón, o de si, sin darme cuenta, había puesto a la literatura en su sitio al percatarme de la poca importancia real que tienen las ideas que esconden los libros.