No soy católico.
En este país, la iglesia tiene
un extraño pacto con el demonio.
Aquí los muertos huelen a codicia.
Y los vivos, los secretamente vivos,
no sabemos existir por nosotros mismos.
Pero anoche,
al despedirme de un amigo muy ingenuo,
imaginé como sus pasos
se adentraban a solas en las sombras.
Se me hizo así
terriblemente necesaria
la presunta existencia de los ángeles.
Imagen: acrílico sobre papel a2