3 abr 2016

Contracrítica


De la crítica constructiva al vicio de criticar, distan sólo unos pocos kilómetros cuadrados. En una ciudad pequeña, como viene a ser esta en la que vivo, está mal visto ver la paja en ojo ajeno en casi cualquier caso. Las malas lenguas pueden ser voraces, destrozarnos dulcemente los oídos, cantarnos las cuarenta cuando sólo estábamos hablando de lo nuestro.

No sé de nadie de mi entorno, sin embargo, que no merezca el solemne privilegio de ser justamente criticado.

Así es. Sólo los elegidos que han acatado sin reservas el don de la perfección moral, pueden y deben salvarse del mundano cuchicheo de escalera, del alarde provinciano de salón, de la inocente pulla de cafetería.

Rebelarse contra esto, sólo conduciría al aislamento que acabase con el juego de despreciarnos como protagonistas del más perfecto folletín decimonónico. Así que nada de rebeliones. Bailemos. Puede que las críticas no nos hagan mejorar tanto como se cree, pero hablar mal de nuestros semejantes siempre nos hará sentir humanamente superiores a quien sea.