Pasa
el tiempo a deshoras.
Creemos
comprender la historia,
proyectamos;
y
es otro el argumento.
Llega
un día, torpe, el desenlace,
pero
el drama consecuente
comienza
donde acaba nuestro intento.
Callamos
luego.
Huímos
de nosotros mismos.
¿Y
a qué esconderse?
En
cualquier lugar estamos,
midiendo
en la balanza inquieta
el
peso fortuito de los años.